Gerardo A. PĂ©rez Obando, (Gapo)
LA VOZ DE GOICOECHEA.- “Cualquier lugar donde se respire amor…se vive mejor”. RepetĂa siempre el abuelo. No lo entendĂa por mi escasa edad y el escĂĄndalo de animales de dos y cuatro patas con que crecĂa.
Cuando querĂa escapar del mundo fĂĄcilmente me encaramaba en los ĂĄrboles en los cuales permanecĂa por largo rato. Abuela recordaba a sus hermanos por los genes de monos cuando no me miraba…tampoco lo comprendĂa. Nuestras casas distaban unos cien metros.
Bajo sanos ejemplos inculcados en la infancia creà estar preparado para enfrentar la existencia...con el devenir del tiempo empecé a ver las cosas diferentes.
Recordaba las palabras de mi madre cuando el primer dĂa de escuela escuchĂ©: “Hoy empiezas una etapa diferente: “…que nada te perturbe, aplica la paciencia y tolerancia como lo hace tu padre”.
Sin entender exactamente el mensaje, ingresĂ© al edificio. Cuando era menor siempre anhelĂ© estar adentro. Ahora, lo veĂa inmenso, lleno de jĂșbilo con risas multicolores alrededor.
La simpĂĄtica sonrisa de una joven maestra con lista en manos llamaba a las caras nuevas pidiendo decir presente. Al llegar, contento saludĂ© a mis futuros compañeros con un buen dĂa…sin respuesta. De inmediato la instructora señalĂł un aula donde entramos a tropel.
A punto de sentarme, un compañero de un empujĂłn me despejĂł del sitio. CerrĂł el puño con el dedo pulgar señalando hacia atrĂĄs. DejĂ© de ver la señal hasta que topĂ© con pared, encontrando espacio…en el Ășltimo pupitre.
En el viejo edificio superĂ© la primaria y secundaria. Sin resentimientos me dediquĂ© a poner atenciĂłn a la enseñanza…siguiendo la recomendaciĂłn de mi madre comencĂ© a devorar libros para alimentar el cerebro.
Gracias al apoyo familiar y altas calificaciones logrĂ© una beca para estudios universitarios donde el primer dĂa de clase lleguĂ© muy nervioso. Al ingresar al aula el subconsciente me llevĂł hasta el Ășltimo pupitre.
DespuĂ©s de leer el registro de alumnos, el profesor se acercĂł preguntando con voz cordial: “¿Por quĂ© tan alejado?”
En un instante mi vista escaneĂł los 360 grados del aula con rostros incluidos. Ante la inesperada pregunta buscaba la manera de acomodarme en el asiento para responder mas no me dio tiempo al proseguir:
“JĂłvenes tenemos el honor, yo, como profesor, ustedes, condiscĂpulos de tener como compañero al mejor promedio en la nota de ingreso de esta universidad de la Ășltima dĂ©cada.”
Entre aplausos se mezclaban los genes de mono con el aire respirado con amor y que nada me perturbe con el comportamiento familiar.
Años despuĂ©s se erigiĂł el edificio para secundaria en mi entonces alejada comarca. Lo mĂĄs grandioso fue el honor de inaugurarlo como el Ministro de EducaciĂłn mĂĄs joven de las Ășltimas administraciones.
A terminar mi cargo, concursĂ© para la plaza de Director del liceo la cual me fue conferida. Mi primera acciĂłn fue reunirme con la directora de la escuela donde cursĂ© mis primeras enseñanzas. Ella me conocĂa pero no sabĂa de mi pueblo natal. Conversamos largo rato y en poco tiempo amigamos.
A los dĂas llegĂł con una lista diciendo: -Señor Director, listo, por dicha toda/os han sobrevivido. AquĂ estĂĄn las invitaciones, no se preocupe las harĂ© llegar por el correo de las brujas, refiriĂ©ndose a una cadena de comunicaciĂłn local que habĂa desarrollado.
Escogimos viernes tarde noche para la reuniĂłn por cualquier prolongaciĂłn que se presentara. Primera vez que volvĂan a poner los pies en la escuela despuĂ©s de tantos años, seguro les extrañarĂa.
La señora Directora la/os recibĂa en la entrada señalando la puerta que bien conocĂan. Por mi parte habĂa tratado de recordar el lugar donde se sentaba cada una/o.
“Los pupitres estĂĄn reservado con el nombre les decĂa”.
Al llegar el Ășltimo, la directora me hizo una señal y entramos juntos. Para iniciar, quiero presentarles…saludĂ© formal y lentamente para dar tiempo cuando uno dijo: Disculpe, su cara me parece conocida pero no logro ubicarlo.
-PodrĂa ser, respondĂ sonriendo.
AvancĂ© hacia los escritorios, empecĂ© a escurrirme entre ellos. Me sentĂ© en el Ășltimo pupitre que me habĂan asignado… levantĂ© la mano señalando con el dedo pulgar hacia atrĂĄs.
Estallaron en risas se abalanzaron sobre mi como infantes para fundirnos en el enorme abrazo que anhelé por mås de cuatro décadas
La Directora gesticulĂł con ambas manos el gesto como signo de aprobaciĂłn. Tarde terminamos la tertulia naciendo asĂ el particular saludo entre nosotra/os.
Algo que usted tal vez no sabĂa de mi querido pueblo.
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1 Comentarios
"y el escĂĄndalo de animales de dos y cuatro patas con que crecĂa."..... esto me hizo el dĂa.....
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