Por Gerardo A. Pérez Obando (GAPO)
Raimunda López Sirias nunca olvidó los revolcones que había recibido desde niña en las tierras guanacastecas. Pese a su amor por Cañas y estabilidad temporal, su espíritu aventurero la dirigió hacia el sur del país…a bordo en la barcaza “La Meme” buscaba la ciudad de su ensueño…hasta ahora desconocida
El ingreso de Raimunda en las tierras del sur quedó acrisolado en su mente
LA VOZ DE GOICOECHEA.- Habían pasado las duras y las maduras cuando en algunas ocasiones en la inmensa porción de tierra con que la compañía bananera había compensado a don Rigo en el Kilómetro Doce de Golfito por haber vencido la montaña y colaborado en la construcción de la vía férrea del Ferrocarril del Sur se escuchaban risotadas de la/os que no creían en lo escuchado.
La salida del muellecito en Puntarenas se retrasó.
En el momento del zarpe apareció un anciano clamando por el ingreso de un viejo caballo enviado a última hora. El veterano jamelgo no lograba sostenerse ante el vaivén del oleaje por lo que se tumbó en el piso donde de inmediato lo amarraron para mantenerlo en un solo lugar.
Ocasionalmente el anciano se acercaba con un recipiente con agua que después de refrescarlo comenzaba a expulsar en nauseabunda orina lo cual a nadie parecía importarle. El autoritario carácter de Raimunda la hizo dirigirse al capitán quien después de escucharla señaló unos baldes con desinfectante los cuales se constituyeron en herramientas del viaje lo cual le provocó mal augurio tocando madera de inmediato con los nudillos de los dedos.
Repentinamente el infortunio del rancio caballo se olvidó debido a constantes embates de olas con que la fuerte y constante ventisca azotaba la lancha obligando a aferrarse a las vigas para no ser engullidos por el mar. La tripulación acostumbrada a las rudas lides disfrutaba la ocasión al ver a la/os viajera/os viviendo momentos de congoja cuando escuchaban la ronca sirena con que el capitán advertía la presencia de las ondas traicioneras en camino.
-Esto es normal, lo duro es en la “barra”. Gritó un tripulante.
Un par de horas más tarde la nave hizo un viraje a la izquierda. El oleaje se acentuó con el sordo pitido de advertencia que no se interrumpió en los eternos minutos que tardaron en el choque de aguas del torrente del Grande de Térraba desembocando en el mar.
Después de los eternos minutos de congoja el lanchón se deslizaba sobre aguas apacibles…
Raimunda se resistía a creer que estaban llegando a Puerto Cortés cuando de una peña vio acercarse tablones fangosos para que evacuaran la lancha mientras el capitán con risa sarcástica recitaba:
-Bienvenida/os al embarcadero de Puerto Cortés.
Resignada devolvió al bolso los zapatos de charol, recién comprados en Puntarenas para la esperada ocasión, mientras preguntaba:
¿…y dónde está la ciudad de Puerto Cortés?
-Sigan a los de adelante por ese camino, no hay pérdida... poco más de media hora y estarán en el centro...
-Ayyyy Rigo…jamás imaginé esto…lo único que dijo mientras ingresaban al camino improvisado en la montaña…siempre mirando al frente…
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