El extraño arribo de Fulgencio a la vida terrenal fue antesala de su increíble y corto camino por la vida. El amor del gran corazón de doña Paulina que dio espacio a diecinueve retoños también permitía que sus hijos siguiesen en contacto…aunque hubiesen muerto. Pule se constituyó en su cómplice afectivo, portador de mensajes indescifrables que sin sospecharlo los convirtió en partícipes silenciosos hasta su insólita partida…
Por Gerardo A. Pérez Obando, (GAPO)
LA VOZ DE GOICOECHEA.- Pese al notorio abultamiento de su abdomen algo superior estimulaba a Paulina a caminar desde horas tempraneras. Mucho le extrañaba porque no había sucedido con los embarazos anteriores que por el contrario la envolvían en nostalgia profunda tal que sus días transcurrían entre el fogón contiguo al comedor y su cuarto lo cual a veces la tornaba transparente. En realidad, tras la muerte de su madre, cuando cargó al hermano recién nacido a la casona, ya ninguna/o reclamaba del brebaje milagroso de las mamas que se fueron escurriendo con el tiempo. Entonces se dio a la tarea de pensar en la única y extraña experiencia del embarazo ambulante del cual nunca se sintió molesta comenzando a disfrutarlo en plenitud.
Antes de las seis de la mañana y después de ordenar la gran mesa del comedor comenzaba a sentir suaves golpes en sus entrañas estimulándola a mirar hacia la imponente montaña redescubriendo el trinar de pájaros semi olvidados por los quehaceres domésticos. En las primeras rondas le inquietó el extraño comportamiento de los animales conforme transitaban, pero con los días comenzó a sospechar de alguna relación entre la intensidad de las pataditas internas que sentía acrecentarse por momentos.
Al acercarse al corral, los lomos del ganado se movían semejando oleajes bramando al unísono. Las yeguas daban cortos saltos relinchando después del mugido unánime de las reses. Los pájaros abandonaban la comodidad del mata palo para posarse desordenadamente sobre el improvisado techo del gallinero entremezclando graznidos con el cacaraqueo de los gallináceos y el pánico de los presumidos machos encrestados corriendo por doquier.
Con los días Paulina sabía lo que sucedería después. Fermín aparecía de cualquier lado dirigiéndose al aguadero con dos “guacales” que llenaba y esparcía sobre el escándalo dejando la estancia en silencio sepulcral.
Paulina, como si no fuese con ella se acariciaba la pancita. Con los dedos dibujaba la cruz de protección al retoño murmurando en silencio: “-bendito seas por siempre.”
Paulina no recordaba los sueños infantiles de los cuentos de su madre antes de acostarse, pero quedaban tres leves recuerdos: princesas, hadas e inolvidables vestidos tornasoles con que vestían. En una caminata acudió al llamado que salía de una casa cercana donde le presentaron a una recién llegada.
-Anda buscando familiares, pero no son de Pozo de Agua, le dijo a Paulina quien miraba distraídamente el ajado, pero aun atractivo y extraño traje que lucía.
-Hola, escuchó. -Me llamo Hada…mientras acariciaba cuidadosamente la pancita preguntó,
¿Ya escogió el nombre?
-No señora, no sé si será varón o mujer.
-Será un varón, pero cuídelo mucho porque será una persona increíble.
Por un momento Paulina tuvo la sensación de que Hada observaba a su retoño a través de su piel…y le sonrió con picardía…
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