Cuando el espíritu celeste de Bernarda abandonó su cuerpo Paulina cayó en un trance difícil. Días después le fueron dosificando los acontecimientos que no recordaba. Los murmullos indescifrables que invadían su cerebro procedían de un conducto abierto con los seres queridos que habían adelantado su partida del mundo terrenal. Acorazado por la inocencia, Fulgencio la/os miraba rodeando la mecedora sin comprender ni decir palabra…
LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gerardo A. Pérez Obando GAPO).- Por la mente de Fulgencio de vez en cuando pasaban ráfagas de algún momento en su niñez caminado de la mano de su madre hasta que se atrevió a preguntar:
-Mami, tengo espaciados recuerdos de alguna vez que usted estuvo enferma y yo la cuidaba cerca del corral…
Paulina recordaba lo poco que le habían contado y para no entrar en detalles respondió:
-No recuerdo Pule, me han dicho que estuve con la mente perdida, pero nada más.
Con el correr de los días Pule llegaba por las tardes a la orilla del corral a jugar con pequeños remolinos de viento que se formaban en derredor a él. Camila miraba a lo lejos el comportamiento de los torbellinos de diferentes maneras. Normalmente Fulgencio salía de la casona detrás de una fresca brisa que ingresaba por la puerta principal y recorriendo aposentos salía por el comedor.
Camila no lograba entender el juego ni como lo hacía. Miraba el comienzo de los torbellinos con hojarascas que se levantaban y caían después de flotar algunos centímetros. Luego, un remolino se formaba huyendo ante la persecución de Pule. De un pronto, otro torbellino se levantaba y uniéndose al primero acosaban a Fulgencio revertiendo la persecución.
Alcanzó a ver hasta cuatro formaciones en rededor de Pule, corriendo, retrocediendo, desapareciendo y volviéndose a formar en diferentes lugares, pero siempre en términos amistosos. Antes de acostarse, Fulgencio comentaba temas sobre la/os fallecida/os…los juegos se fueron olvidando con el crecimiento.
Pule adolescente regresando a la casona observó formarse y transformarse remolinos de viento con lo cual rememoró su juego infantil, sin embargo, sentía algo diferente…no eran amigables. Después de crearse desfilaban amenazantes a su lado, se devolvían, separaban y por momentos le atropellaban buscando desestabilizar el trote del caballo.
Llegando al corral descubrió dos grandes columnas de viento rodeando amenazantes la casona cuyos tabiques comenzaron a traquetear. Antes que las paredes sucumbieran a la violencia de los torbellinos buscó un cuchillo en la galera y levantando la cruceta con mano derecha lanzó un reto a la fuerte ventisca.
- “Julián” …te ordeno abandonar mi casa. Golpeó la tierra con el fierro en cuatro ocasiones: anverso, reverso, anverso, reverso y la incrustó en la tierra hasta donde alcanzó la fuerza de su cuerpo. La cruceta se tornó fría como el hielo y sintió el tiempo congelarse por segundos. La ventisca y el crujir de las paredes cesaron de inmediato.
Las cabezas que asomaron a las ventanas lograron ver dos torbellinos culebreando hacia la montaña desintegrándose al contactar con la espesura…
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