LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Bayardo Quinto Núñez*).- El espejo del dÃa estaba ovalado y mortecino como una luz de un poste de luz eléctrica. Nadie en la vecindad se atrevÃa abrir la boca, ni irse por otro camino que no fuese el de la súplica para encontrar la verdad. Cuando hay un hecho de la vida real, existe la verdad absoluta, pues se involucra, no más el producto del surco de la verdad. Aunque las huellas existen y seguirán existiendo, dactilares y de todo tipo, ese es un detector. Todo es lo mismo. Aparentemente se avizora un callejón sin salida, pero eso es una simple figura, siempre hay un final feliz o infeliz. El tiempo siempre promete y cumple. El asunto, fue que, el dÃa seis de octubre del año mil novecientos veinte, en el poblado LA COSITA, don Santiago de origen agricultor, y su esposa se encontraban degustando una cerveza y unas alitas de pollo asado, en la comiderÃa “El FILEDÓN”, porque después continuarÃan con sus labores de agricultura en su finca. Almorzaron placenteramente, y en momentos que se encontraba don Santiago pagando su cuenta, en la mesa ubicada en una esquina de la comiderÃa, estaban tres amigos: Luis, Jacinto y Pedro. Pedro se levantó y sin justificación alguna, se acercó dónde está Santiago con su esposa y con lujo de detalle le acarició los glúteos. Este reaccionó y sacó su pistola disparándole tres veces, Pedro cae abatido, los otros amigos salieron corriendo y gritando: Acaban de matar a Pedro.
-Que hiciste - le inquirió Norberta- esposa de Santiago-.
-El dueño Del Bar-le señaló ¿y ahora don Pedro? -.
-Bueno, iré a presentarme a la delegación de la policÃa-respondió Santiago-.
Santiago, pagó y se fue a la policÃa, pero antes le orientó a su esposa Norberta que, cuidara bien la finca, casa y que se entendiera con el capataz para proseguir con los asuntos. Tú ya sabes dónde tengo mi capital y búscame al Abogado "Nercindo de Jesús".
-Eso haré, hoy mismo-repuso Norberta-. En momentos que Santiago salÃa de la comiderÃa, llegaban los oficiales de policÃa a capturarlo, pues, ya los amigos de Pedro habÃan acudido a denunciar el incidente.
-Don Santiago, hemos venido por usted, para que dé explicaciones del hecho criminoso-le expresaron los policÃas-.
-Si, ahora mismo iba para la delegación policial-señaló Santiago-. Llegando a la delegación, en la entrada se encontraba el comandante, tenÃa cara de pocos amigos.
-Contame cómo sucedieron los hechos-le expresó el comandante. -
-Señor comandante, el hecho sucedió, que, cuando me encontraba pagando la cuenta, Pedro con un revólver me apuntó a quema ropa en mi cuello, exteriorizándome te voy a matar, fue en ese momento, que accioné y tomé mi revólver, le aventé su mano y en el estómago le disparé tres veces. En la comiderÃa no habÃa nadie.
-Esta raro todo esto, porque dos amigos de Pedro vinieron a dar aviso y expresaron lo contrario-repuso el comandante-.
-No le miento, ellos cuando Pedro estaba en el suelo, apenas entraban al establecimiento-señaló Santiago-.
-Bueno, este caso será remitido el “Señor Juez”, para su conocimiento y demás efectos, mientras tanto quedas detenido- dijo el comandante-.
Pasó ese dÃa, y vino uno nuevo. El caso fue remitido al juez. De inmediato tomó todas las pruebas pertinentes. Se presentó el “Abogado Nercindo”, durante seis dÃas ejerció la respectiva defensa, la contraparte hizo también lo suyo. Pero lo más interesante que, uno de los testigos fue el dueño del bar, y éste declaró que, Santiago estaba pagándole su cuenta de consumo y, en ese momento Pedro le puso en su cuello un revólver expresándole que lo matarÃa, entonces Santiago reaccionó y sucedió el deceso de Pedro por su imprudencia. A vista ciencia y paciencia, estaba mintiendo el dueño de comiderÃa, esa era su palabra. El juez, se encontraba en una encrucijada, porque habÃa un fallecido, pero por las pruebas que rolaban en el proceso, y porque la parte contraria nunca las impugnó, entonces, es lógico tenerlas como pruebas fehacientes, Santiago estaba libre de pecado, por su gran falsedad, pero ante Dios nunca, inclusive, social y moralmente estaba condenado. Salió libre por legÃtima defensa.
Santiago murió un año después, consumido por una enfermedad, que los médicos nunca lograron descubrir, a su entierro solamente la esposa lo llevó en una carreta de bueyes hasta el cementerio. Y la esposa de Santiago, al mes siguiente murió aplastada por un camión, que la dejó como mortaja, y el dueño de la comiderÃa, quedó en silla de ruedas durante diez años, hasta que murió. El tiempo se encargó de cobrarles.
*Abogado y notario público, escritor, pintor, músico y columnista opinionistas
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