Los padres de la sumisa y dócil Carmen Julia no sospecharon que la pasividad de su hija hubiese sido inquietada por las descabelladas actuaciones de Carmonilla quien tampoco habÃa mostrado interés en atraer la curiosidad de la joven. De hecho, nunca coincidÃan, por lo tanto, el intranquilo Rafael fue el primer sorprendido al escuchar sus palabras...
LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gerardo A. Pérez Obando, GAPO).- Quisiera irme con él, dijo increpando sus padres. Ante lo escuchado por Carmen Julia, Rafael la envolvió con mirada sorpresiva. Sus padres, aunque asombrados, no se mostraban molestos mientras preguntaban: - ¿Y el trabajo? -Pronto encuentran otra, contestó.
Carmen Julia rondaba quince años mostrando la frescura primaveral de sus dÃas combinado con una personalidad reservada. Era una bella flor del jardÃn del barrio con amistades contadas. De hecho, las ralas ocasiones en que Rafael la miraba lo hacÃa con reserva y admiración para que no se escabullera tan rápido.
Era una muchacha espigada de piel nÃvea y atrevidas pecas sobre una singular sonrisa. Su largo cabello claro rodeaba los ojos celestiales y el camanance imborrable en sus mejillas. Para Carmonilla era un ser luminoso que habÃa caÃdo del cielo sin que los ángeles se percataran…jamás perturbarÃa la paz hogareña porque serÃa imperdonable...además, la familia se habÃa ganado el cariño de Rafael quien, pese a que nunca esperó merecer las palabras que los labios rosáceos emanaban, hacÃa lo imposible para cambiar el rumbo de la insensata propuesta.
Carmen Julia, piénselo bien porque está equivocada. Usted es una muchachita preciosa que merece otro destino porque el mÃo tomó el camino torcido. Lo único que puedo ofrecerle son preocupaciones y aventuras con malos ratos. La policÃa me persigue con orden de captura, no puedo hacerme cargo de usted porque no tengo oficio ni podrÃa trabajar por mi trayectoria delictiva. Voy a esconderme por un tiempo a las montañas del caribe sin un cinco para trasladarme. No soy lo que usted imagina ni merece…no quiero defraudarla en corto tiempo.
Carmen Julia, en una pausa, giró su mirada hacia sus padres diciendo: -Y si insisto en que aun asà me voy con él.
Carmencita, continuó Carmonilla. -No quiero engañarla, pertenezco a una pandilla muy temida. He tenido enfrentamientos a balazos con la policÃa. Hace poco me escapé por milésimas de la muerte ante la balacera de una metralleta. Esa noche Carmonilla no durmió pensando la forma de convencerla en que desistiera de idea.
Al otro dÃa, Rafael regresaba del escondite donde pernoctaba encontrando a la inocente Carmen Julia extrañamente nerviosa. Al cruzar la puerta, ella mostró una pequeña caja de metal repleta de billetes.
Tenemos que irnos, la escuchó decir. -Me buscan porque la robé donde trabajo. Rafael más sorprendido que asustado salió en busca de un taxi rumbo a San José.
Una habitación del hotel LÃbano fue testigo mudo de los disparates de las conversaciones…no habÃa rayado el sol cuando arribaban a la estación del Atlántico. A las cuatro de la madrugada la locomotora de la Northern Railway anunciaba con prolongados silbatos la salida.
A su poca edad, la atolondrada vida de Carmonilla no le habÃa dado tiempo de pensar en mujeres y sin embargo el destino habÃa puesto en su camino una linda y atrevida jovencita. Antes de pasar la peligrosa curva del “codo del diablo” la turbulencia de agitadas aguas del rÃo Reventazón le estimularon para comenzar a conocerse.
Carmen Julia se enteró de los pormenores de la patrulla que con cuatro policÃas lo interceptó y después de la advertencia, “párese SandÔ descargó la recámara de la metralleta cuya balacera, milagrosamente no le atinó con la respuesta inmediata de Rafael sacando su revolver 38 largo especial de seis pulgadas apuntando a la cabeza y al cuerpo quien al perder el equilibrio observó a los compañeros subiéndole a la patrulla y desapareciendo a gran velocidad. Después se enteró que dichosamente el gendarme estaba ileso.
Bajo el calor sofocante amainado por la techumbre de la estación ferroviaria de Siquirres saboreaban un “Patty” con chile…acomodados en los vagones que los llevaba rumbo al poblado de Anita Grande en RÃo Jiménez de Guácimo…
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