Es tiempo para refrescar la mente acerca de don Rafael quien se comunicó con el suscrito con el afán de publicar las ingratas memorias que el destino le marcó enrumbándolo por caminos no deseados. En el remanso de su atribulada vida don Rafael saldó su deuda con Dios, la sociedad, pero sobre todo consigo mismo…Lo podemos localizar en su móvil 6488 3905
LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gerardo A. Pérez Obando, GAPO). - Don Rafael es el protagonista de la historia sobre la persistente vida que a bien quiso compartir en nuestro medio y el estimado público lector. Entre la carencia en sus pasos iniciales reconoce que la disfuncionalidad familiar fue la principal marca del camino no deseado que cruzó para sobrevivir.
Sin timón tutelar comenzó a deambular por los caminos de la vida desde su niñez en los alrededores del mercado central de Heredia y del barrio San Vicente, alejado de Azul, la bella población turrialbeña en donde aspiró por vez primera el soplo de la naturaleza.
El desenfreno infantil le hizo contrariar las leyes sociales y en sus fechorías infantiles se ganó el mote oficial de “Carmonilla”, diminutivo del segundo apellido que fue sustituido por “Mano Negra” debido a un brazalete de cuero utilizado en Anita Grande, Río Jiménez y Guácimo en las fincas bananeras del caribe
Antes de la adolescencia por accidente conoció al amor de su vida quién se convirtió en compañera incondicional inesperadamente y mano derecha en buenos malos momentos además de sustracciones en las fincas limonenses permaneciendo diez años escondidos en las montañas de Suerre. Un desvanecido tatuaje en su pie derecho aún conserva las iniciales de su nombre Carmen Julia.
Después de tantos años transcurridos, creyéndose liberado de la nefasta sombra y amenazas del incisivo coronel Madrigal, decide recorrer por tercera vez la “zona roja” de San José en busca de añejas amistades, pero le sobresalta la inquietud al observar más vigilancia policial a lo acostumbrado. Aunque lo atribuyó a la posible exhibición de los nuevos vehículos “yip” adquiridos por el Estado, sintió la rigidez de su cuerpo cuando una unidad se parqueó a su lado. Rafael cerró los ojos para superar el mal carácter que todavía le producen las adversidades.
Nunca sospechó que en ese corto viaje obtendría el pasaporte para un viaje rumbo a la fatalidad y peores momentos rudos porque cuando creyó que había morado en lo infernal de la vida, con el tiempo venidero compararía que había morado en un paraíso.
El sueño de don Rafael en el atardecer de su existencia y en plenitud de su experiencia es compartir su agitada vivencia con adolescentes en centros de formación, educativos u otros…podría servirles
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