Para Gerardo los primeros años se convirtieron en constante reto. El destino no le permitió conocer a su padre biológico y las escasas memorias de su corta estancia en el caribe rescatan su diminuta figura correteando tras un balón. Los gratos recuerdos hablan de felices momentos en la ciudadela Rodrigo Facio Brenes de Ipís de Goicoechea. Gerry, en esta etapa de su madurez, desea compartir su experiencia con la comunidad que le vio crecer desde la ciudad cuna de su éxito en Sidney, Australia, el país donde el huso horario nos aventaja por diecisiete horas
LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gerardo A. Pérez Obando, (Gapo) Escritor).- Gerardo nació en puerto Limón, Costa Rica el dieciocho de agosto de mil novecientos cincuenta y nueve. De su mente salen ráfagas de imágenes de efímeros momentos en el caribe, Puntarenas y Tibás donde prevalecen las infaltables “mejengas” de futbol callejeras. La educación primaria la compartió entre las escuelas Los Ángeles y Roberto Cantillano en Ipís. La secundaria entre los colegios México en barrio Aranjuez, San José y Napoleón Quesada en Guadalupe. Nunca olvidará las manos de ángeles contemporáneos quienes le apoyaron en el periplo. De niño no se conformaba consigo mismo. De vez en cuando sollozaba en silencio al sentirse diferente a sus hermanas/os. Le inquietaba no llevar el apellido de su padre Casimiro y el pigmento de su piel un poco más oscura. Poco a poco fue superando la situación al darse cuenta de que sus preocupaciones no afectaban el calor familiar. De la primaria queda muy poco. Del primer día en la escuela Los Ángeles de Ipís invadido por el llanto sin motivo rememora a su primo Miguel tratando de apaciguar los gemidos. Al poco tiempo le trasladaron a la escuela Roberto Cantillano Vindas que en ese momento participaba en un campeonato de futbol. No lo pensó para integrar el onceavo. En el partido decisivo la escuela necesitaba un gol para campeonizar. Cinco minutos antes del fin de la contienda “Napirina” observó el balón flotando. Sin pensarlo estiró su anatomía para desviarlo. De su cabeza emergió un bólido rumbo a la esquina contraria a la que resguardaba con celo el guardameta. Ese fue su primer salto. El cambio requerido para tomar confianza en sí mismo. El brinco que le transformó en estudiante y jugador referente. Recuerda con cariño al señor director don Mario Villalobos quien le apoyaba económicamente para cubrir gastos escolares al conocer sus necesidades.
Con sus hermanos encontró camaradería entre choferes y cobradores de autobuses de Ipís quienes antes de las cinco de la mañana les esperaban. Recibían entre diez y cincuenta céntimos por barrer cada unidad y cinco colones por el lavado exterior. De vez en cuando les invitaban a desayunar, pero la mayor satisfacción la sentían en las ocasiones en que no les cobraban el “pasaje” el cual economizaban. Disfrutaron la infancia colaborando con comerciantes del barrio, vendiendo números de rifas para poder comprarse un banano, un mango o un “taco”. Jugaban al “quedó”, la rayuela, escondido, bolinchas, trompo, pero siempre apoyando a mamá Isabel para aliviar el peso de nueve descendientes.
En su mente guarda imágenes que se han borrado del actual paisaje de la colonia Rodrigo Facio: el Estanco, la pulpería San Miguel, don Modesto (+), la carnicería, el barbero, la pulpería de doña Norma, la “taquería”, la botica, los Ticos, el ojo de agua, la poza del padre, el salón comunal, la Cruz Roja con las famosas “gigantas” en los “turnos” pegando “chilillazos” por las calles “tieso y parejo” a toda la “guilada”. A su madre Isabel trabajando en la pulpería para mantener la fecunda prole. Gerardo, Casimiro y los gemelos vivían en risa eterna mirándola cocinar empanadas, tacos, gallos de carne y refrescos de piña, limón y naranja que vendían para pagar cuentas y sobrevivir… ¡ah tiempos!... termina en suspiro su mensaje con nostalgia…
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