LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Kattia Calvo, jefa de despacho del INAMU).- En este país,
donde tanto se ha luchado por la equidad de género y el reconocimiento de los
derechos de las mujeres, resulta alarmante constatar que muchas de las formas
de violencia que combatimos afuera también se reproducen adentro. Y sí, aunque
duela decirlo, el Instituto Nacional de las Mujeres (INAMU), creado por y para
la defensa de las mujeres, hoy padece —y a veces encarna— algunas de las mismas
prácticas que denuncia.
Quienes
trabajamos cerca del señor presidente de la República hemos sido blanco
sistemático de ataques que van desde lo político hasta lo personal. Pero lo
verdaderamente desconcertante es que muchas de esas agresiones provienen de
mujeres. Mujeres que han hecho del señalamiento su herramienta de poder,
mientras se mantienen cómodamente calladas ante las injusticias internas.
Yo no nací en
una oficina. Fui policía durante años. Sé lo que es el enfrentamiento directo,
el machismo institucional, la persecución sindical. Sé lo que es hablar con voz
firme en ambientes hostiles. Y sé, con certeza, que no hay ambiente más tóxico
que el que he vivido dentro del INAMU.
Desde el
despacho que hoy ocupo, he sido testigo de actitudes profundamente patriarcales
de parte de mujeres que ocupan cargos de jefatura. Mujeres que, una vez en el
poder, replican los mismos abusos que tanto critican: acoso laboral,
intimidación, sabotaje profesional y deshumanización hacia compañeras, muchas
veces en estado de vulnerabilidad, incluso embarazadas.
Todo esto ocurre
mientras de puertas para afuera se lanza un discurso progresista, feminista y
reivindicativo. Un doble discurso que resulta inaceptable. No lo digo a la
ligera ni con resentimiento. Lo digo con pruebas en mano, con documentos, con
hechos. Y con la firme decisión de dejar de callar.
Hemos trabajado
duro en esta administración. Junto a la ministra Cindy Quesada y la presidenta
ejecutiva Yelin Vargas —la más joven en la historia del INAMU— hemos impulsado
proyectos con impacto real como los Puntos Violeta y los Espacios Seguros. Más
de 4.000 mujeres nuevas han sido atendidas gracias a estas iniciativas. No ha
habido despilfarro, ni giras ostentosas, ni privilegios. Solo trabajo. Mucho
trabajo.
Pero como ya se
asoma la campaña política, resurgen los ataques. Campañas de desprestigio que,
más allá de afectarme, me dan visibilidad gratuita. A veces hasta me hacen
reír. Porque si lo que querían era borrarnos, lo que logran es darnos más
escenario. A mí y a quienes, como el señor presidente, han entendido que el
ruido no siempre es enemigo; a veces es plataforma.
A pesar de todo,
muchas veces callamos. Por respeto a la institución, por amor a su misión, por
proteger a sus verdaderas aliadas: las mujeres y hombres comprometidos que
trabajan día a día en silencio, sin reflectores, sin politiquería. Pero ya no
más.
Vamos a hablar.
Vamos a publicar. Vamos a revelar. Porque es momento de poner sobre la mesa lo
que realmente ocurre en nuestras instituciones. Lo que se ha permitido durante
años por omisión, por complicidad o por conveniencia.
El INAMU no
puede seguir siendo territorio de unas cuantas que creen tener el monopolio del
feminismo. Aquí también hay "zopilotes" —como diría mi abuela— que se
alimentan del dolor ajeno, del feminicidio, del asistencialismo convertido en
poder.
Que se preparen
quienes han vivido del silencio institucional. Porque ya no se va a guardar
más.
Se tenía que
decir. Y se dijo.
*
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