LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Nabil Mouaffak, columnista).- La democracia ha sido, desde siempre, el ideal anhelado por la humanidad. La aspiración a un gobierno justo, equitativo y respetuoso de los derechos e intereses de todos ha sido, durante siglos, el sueño compartido por los pueblos. Para lograrlo, los políticos —especialmente aquellos que aspiran a ocupar cargos de elección popular— deben comprometerse con un valor fundamental y transversal: la “transparencia”.
La transparencia implica la disposición de actuar con claridad y apertura, permitiendo que las decisiones y acciones sean comprensibles para todos. En el ámbito político, es un principio que fortalece la confianza, pues demuestra honestidad, permite la rendición de cuentas y garantiza la participación ciudadana.
Un gobierno transparente es un pilar esencial para combatir la corrupción. La transparencia tiene un valor legal —porque es una obligación del Estado—, un valor reputacional —que debería ser prioritario para los políticos que desean ganarse la confianza de todos los ciudadanos, no solo de quienes votan por ellos—, y un valor instrumental, estrechamente ligado a la eficiencia y eficacia en la gestión pública.
Un gobierno verdaderamente transparente es aquel que:
Utiliza un lenguaje claro y honesto para comunicar sus decisiones y acciones a la ciudadanía.
Mantiene todos sus datos abiertos y accesibles, incluso aquellos relacionados con denuncias en su contra.
Establece canales de comunicación efectivos para recibir sugerencias, consultas y quejas de la población.
Se somete constantemente a procesos de evaluación y monitoreo para asegurar que sus acciones respondan al interés público.
Sin embargo, la transparencia no es solo una responsabilidad del gobierno: los ciudadanos tienen un papel esencial en garantizarla. Su rol comienza con el ejercicio informado y libre de su derecho al voto. Es fundamental estudiar la trayectoria de cada partido político y de cada candidato. Cuando una campaña se convierte en una "inversión", hay que entender que, tarde o temprano, esa inversión se cobrará con actos de corrupción.
El pueblo debe exigir candidatos con un historial impecable “antes” de las elecciones, y debe fiscalizar el cumplimiento de sus promesas después de alcanzar el poder. No podemos dejar todo en manos de la esperanza o de la simpatía personal.
Si bien nos acercamos a elecciones a nivel nacional, esta tarea de vigilancia y compromiso también aplica en el ámbito municipal. Los cambios positivos empiezan desde lo más cercano: nuestras comunidades.
Que Dios y la conciencia nos iluminen para elegir siempre al mejor, por el bien de nuestro futuro y el de nuestra amada patria.
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