Un país en turbulencia
Carazo asumió el poder en un momento particularmente difícil: alza
internacional del petróleo, endeudamiento creciente, tensiones geopolíticas de
la Guerra Fría y una economía interna frágil. Su carácter fuerte y
confrontativo lo hizo ganar simpatías al inicio, pero el panorama pronto se
tornó sombrío. Su gobierno se convirtió en sinónimo de crisis, inflación
desbordada y pérdida de confianza en la gestión pública.
La confrontación con el FMI
El rasgo más recordado de su mandato fue el choque con el Fondo
Monetario Internacional (FMI). Carazo se negó a aplicar las medidas de ajuste
que este organismo exigía, convencido de que golpearían con dureza a la
población costarricense. Para unos, aquella decisión fue un acto de dignidad y
soberanía: Costa Rica no se arrodillaba ante los dictados de las potencias
financieras. Para otros, fue una obstinación que dejó al país aislado y agravó
el colapso económico.
El debate sigue abierto: ¿Carazo defendió a Costa Rica o condenó a los
costarricenses a años de sufrimiento económico?
Luces en medio de la tormenta
No todo fue crisis. Bajo su mandato se firmó el acuerdo que permitió
instalar en el país la Universidad para la Paz de Naciones Unidas, un proyecto
de alcance internacional que convirtió a Costa Rica en referente en educación
para la paz. También impulsó proyectos agrícolas, de infraestructura y de
investigación científica, aunque la falta de recursos limitó su impacto.
La cara amarga de su gobierno
Las cifras hablaron con crudeza: la deuda externa se disparó, el colón
sufrió devaluaciones históricas, la inflación alcanzó niveles nunca vistos y la
pobreza golpeó con fuerza a la clase media. El malestar social se tradujo en
huelgas, protestas y una profunda pérdida de confianza en las instituciones.
Un legado dividido
Carazo Odio sigue siendo uno de los presidentes más polémicos de la
historia reciente. Para sus defensores, fue el líder que se atrevió a decir
“no” al FMI y que defendió la dignidad nacional. Para sus detractores, fue el
mandatario que no supo manejar la economía y que dejó un país empobrecido y en
crisis.
Con la perspectiva del tiempo, su figura encarna un dilema que aún
resuena: ¿Qué pesa más, la soberanía política o la estabilidad económica?
Lo cierto es que Rodrigo Carazo Odio quedó inscrito en la memoria
nacional como el presidente de la crisis, pero también como el hombre que, con
todas sus contradicciones, se enfrentó al poder de los organismos
internacionales sin bajar la cabeza.
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