Cuando la prensa
pregunta por qué no hay agua en los barrios, por qué el basurero a cielo
abierto ya parece candidato a monumento histórico, para cuándo estará lista la
Piscina Municipal, o cuando un comunicador se atreve a cambiar la letra de
Jennifer López y en vez de “el anillo pa’ cuándo” canta “el Parque Santiago
Jara pa’ cuándo”, las sonrisas se borran.
Cuando otro periodista
escribe un artículo preguntando dónde están las rampas para personas con
discapacidad, o alguien publica videos cuestionando los costos inflados de
reparaciones mecánicas, el guion se rompe: los funcionarios empiezan a
tartamudear, a evadir, a culpar al de al lado. Y lo peor: a veces hasta buscan
venganza.
No es que las preguntas
sean injustas, es que la verdad incómoda.
Al Chile, la prensa que
se atreve a hablar de frente es la que de verdad representa al pueblo. Y por
eso mete miedo: porque no se puede callar con favores, ni controlar con
discursos oficiales, ni domesticar con silencios convenientes, y mucho menos
con amenazas indirectas.
Pueden intentar de todo:
callar al escritor de esta columna, cerrar el medio que les incomoda, hasta
ganar alguna batalla con su vieja táctica de sembrar miedo y terror. Pero lo
que nunca van a lograr es callar a todos los valientes que dicen la verdad, porque
aquí hay muchos, y cada día nacen más.
Porque el problema no es
la prensa. El problema es el espejo que la prensa levanta y que refleja la
realidad de un cantón lleno de deudas sociales y promesas incumplidas. Ese
espejo no se quiebra con amenazas ni con censura: se multiplica en cada voz que
se atreve a hablar.
Al Chile, lo que de
verdad les incomoda no es el periodista, es el reflejo. Y mientras haya pueblo
con memoria, en Goico nunca les va a alcanzar el silencio para tapar la verdad.
Ese miedo es la mejor prueba de que se está haciendo el trabajo correcto.
Porque si la prensa no incomoda al poder, entonces no está con el pueblo, está
con los de arriba.
Necesitamos medios
valientes que sigan hablando sin filtro, que pongan el dedo en la llaga y que
hagan temblar las sillas de quienes gobiernan sin hacerlo bien. Solo así, los
problemas comunales dejan de ser chismes de pasillo y se convierten en deudas
pendientes frente a todo el cantón. Los que Gobiernan bien, con conciencia
social, son los primeros que apoyaran el trabajo periodístico, las criticas
constructivas y punzantes, pues saben perfectamente que un medio honesto
comparte con ellos las mismas intenciones de sembrar esperanza y cosechar
desarrollo cantonal.
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