Amo mi país y su democracia, pero odio la doble moral, a los hipócritas y envidiosos…

Fiorella Calderón, estudiante de periodismo. (Foto Archivo)
No soy una mujer de pelear, me gusta ser realista, me gusta ser enfática, amo mi país y la democracia sin demagogia.  
Pero, no me gustan las personas que tienen que ofender, agredir y ensuciar a los demás para sobre salir ellos, porque seguramente ellos no tienen ni siquiera el don de ser agradables.  
Son personas con la mente pobre, sin metas y desocupada. Lo grave es que aquí cabe lo del adagio, "Una mente desocupada es el taller del diablo", y de ese taller salen las obras mas perversas y sucias que pueden destruir a personas honorables y buenas.  
El legítimo envidioso no entiende que actos como esos, más bien es un halago para el triunfador o para a quien quieren destruir.  
Es tan fácil hablar de los demás, la lengua se mueve porque no tiene hueso. Y muchas veces se mueve más que el cerebro. Amo mi país, pero odio la doble moral, a los hipócritas, envidiosos, a los que dicen que son los creadores de todo, a los pregonan que son la mamá de Tarzán y no son ni de Chita, etc.  
Paula Díaz, experta universitaria en Coaching, Inteligencia Emocional y PNL por la Universidad Rey Juan Carlos de España, indica algunas características de las personas envidiosas.  
Les gusta apagar ilusiones, de quitar mérito a tus triunfos, de apagar tu brillo y poder situarte a su altura, no soportan ser superados o aventajados.  
Uno de los rasgos más significativos de una persona envidiosa es menospreciarte o realizar comentarios negativos de ti ante otras personas. A menudo, esas lanzas envenenadas llegan ante ti sin que lo esperes, y cuando sucede no sabes cómo actuar. Esa es su ventaja, de tomarnos desprevenidos, la de hacerse servir de un público para que la humillación sea fulminante y así, asumir poder sobre ti. Hacen comentarios y no dan nombres, lo hacen de manera generalizada y con signos de preguntas.  
Te roban el mérito, un proyecto en común, un trabajo en equipo, una meta compartida, una moción… Hay situaciones de esas que a la mínima se llevan el mérito, de esas que no dudan en decir aquello de “sin mí no lo habrías conseguido o yo lo hice”.  
Su impacto llega a cualquier ámbito, sus palabras, actos y presencia afectará a nuestro rendimiento laboral. No dudará en boicotear amistades, en apagar ilusiones, en criticarte a tus espaldas, en cerrar poco a poco todo tu circulo para apagar tu brillo. Para borrar aquello que te hace único y que envidia de ti.
¿Por qué la gente no aprende a disfrutar de la vida? ¿Por qué no aprenden de los errores? ¿A escuchar los buenos consejos de la gente que es sabia, (aún hay personas sabias) y hacerlos “rema” para que nuestros hijos y nietos tengan un maravilloso legado?
¿Es tan difícil dejar a los demás ser felices y vivir en paz?.

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