OPINIÓN: ¿Ser periodista o no serlo? Esa es la cuestión

Lic. Isaí Jara Arias, La Voz de Goicoechea (Foto: Archivo)

Hace unos días, mi nieta dijo que cuando sea grande quiere ser periodista, como yo. Cuando me comentó eso, mi primera reacción fue de orgullo, porque ella se proyectaba en el futuro siguiendo los pasos de su abuelo.

Ser periodista es una profesión apasionante, en la cual cada día es una nueva aventura. Tiene baches, como cualquier otra carrera, pero en algún momento se llega a convertir en una forma de vida.

Su anuncio llenó mi alma de satisfacción, porque creo que mi nieta sabe que todos los sacrificios hechos valen la pena y que el periodismo es un oficio noble.

Mi pequeña nieta hasta está convencida de que mi nombre es Isaí Jara Arias de “La Voz de Goicoechea”, creo que tantos años escuchando que me identifico como periodista de este medio hicieron que ella se convenciera de que así me llamo.

Unas horas después de su anuncio, empecé a meditar sobre su aspiración. A pesar de lo hermoso de ser periodista, ahora el ambiente para ejercerlo es muy difícil y hostil.

Cuando yo empecé en este oficio a mediados de la década de los 70 había otras condiciones que no eran tan complicadas. Había cierta relación “cordial” entre el poder y los periodistas, pero hoy realizar este trabajo es más complejo. Aunque puede resultar más apasionante el reto de trabajar en medio de las restricciones, demanda mucho más cuidado al momento de hacer una investigación o de escribir una noticia.

Acceder a información, que, aunque por Ley es pública, es cada vez más difícil. Las instituciones estatales están en la obligación de entregar los datos que se requieran, pero ni con pedidos formales de acceso a la información estos son facilitados.

Hacer periodismo, cuando yo empecé, era más fácil. No porque se hacía con descuido, sino porque había respeto por el trabajo que se realizaba y no se minimizaba a los reporteros o a los medios de comunicación. Es cierto, hubo excesos y está bien que eso se corrija, pero ahora pagamos justos por pecadores y todos estamos metidos en la bolsa de las “bestias salvajes”.

No importa cuánto hemos estudiado o nos hemos especializado, cuánta experiencia tengamos ni la ética con la que trabajamos, solo somos los “sicarios de tinta”.

Con ese antecedente, me resulta complicado alentar a mi nieta a que estudie esta profesión.

Hoy cualquier hijo de vecino con algún cargo público, sea este de elección popular o de nombramiento administrativo, cuestiona y enfrenta al periodista y hasta lo amenazan porque la nota que se publica no habla de él o de sus labores y también no falta el que quiere condicionar el título de la nota y lo que se va a publicar.

Por otra parte, hay una apatía de la mayoría de los funcionarios de las instituciones públicas del cantón para responder las consultas que se les hacen, y si es la municipalidad que es el gobierno local, es todavía peor, porque nunca hay respuesta a las solicitudes.

Los periodistas debemos ser las voces independientes, no debemos actuar, formal o informalmente, en nombre de intereses específicos, ya sean políticos, empresariales o culturales. Debemos dejar claro ante nuestros editores – o audiencia – cualquier afiliación política, financiera u otra información personal que pueda constituir un conflicto de intereses y en lo personal lo tengo muy claro.

Ante estos hechos, esos pensamientos quedarán solo para mí, mi pequeña tiene aún 8 años más para decidir qué será de grande. En ese tiempo, muchas cosas pueden ocurrir...

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