Historias de vida: La infancia de Rafael en el lustro final de 1950

Para 1955, Rafael a ocho años descubrió la realidad de la rudeza de su vida. El mercado herediano fue el centro de aprendizaje para apropiarse de lo ajeno fácilmente y con inteligencia porque la/os comerciantes nunca sospecharon de sus fechorías. Un año después, hurgando entre desechos encontró un desvencijado cuchillo de cocina el cual laboriosamente modificó convirtiéndose en el temporal puñal que ajustado en la cintura establecería su ley…

LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gerardo A. Pérez Obando GAPO).- Las callejuelas del barrio de San Vicente de Paul se convirtieron en el sitio donde se gestó el caldo de cultivo para los rapaces. El rudimentario puñal se convirtió en el atractivo para cuatro compinches cercanos copartícipes del injusto destino. El primero en acercarse fue el “Gato Mudo”, a los pocos días “Marco Viento”, y “Oldemar Garrote” se acercó con “Lobo Solitario”.

La primera tarea fue conseguir herramienta adecuada para llevar a cabo sus fechorías y en poco tiempo perfeccionaron la conversión de cuchillos de cocina desechados por dagas adornadas con distintivos ilusorios a cada personalidad. Por las mañanas se acercaban al mercado y después del cierre comenzaron a romper fronteras.

Al poco tiempo la pandilla estaba debidamente organizada para aventurarse a buscar otros vientos en aras de apoderarse de pertenencias de desprevenida/os que encontraban en solitario. Conforme crecían, los retos aumentaban y los puñales fueron insuficientes.

Rafael se convirtió en asaltante armado cuando un día, después de robar en un escondrijo de la abuela un billete de quinientos colones, se dirigió a un negocio en el mercado. El vendedor creyó la historia que la abuela necesitaba un revolver corto y una caja de tiros. El revolver costó quince y la caja de tiros cinco colones.

Con el arma en su poder reforzó su liderazgo y osadía porque con ella en sus manos encaraba las víctimas mientras el resto de la pandilla hacía despojo a sus pertenencias con la seguridad que los compinches tenían, por experiencias anteriores, que en caso de resistencia disparaba al suelo para asustarlos o de requerir, los hería. Poco a poco fueron creciendo en ese ambiente perfeccionando habilidades negativas. Parte de esa destreza fue abarcar zonas diferentes estudiando futuras víctimas.

Detrás del cementerio de Heredia estaba la finca La Esperanza en donde descubrieron que un día a la semana, por una callejuela solitaria, transitaba un conocido vendedor ambulante en motocicleta. Solo el hecho de poseer un vehículo resaltaba a la persona adinerada. Un día se atravesaron en su camino y el “polaco” ingenuamente detuvo la máquina para no atropellarlos. El motorizado, al sospechar de las nefastas intenciones opuso resistencia, pero Rafael con un leño de guayabo de un golpe le hizo caer de la moto. El botín encontrado en un boso fue de medio millón de colones en efectivo, una valija con ropa nueva, sus pertenencias y la moto que trasladaron empujando entre todos.

Con el dinero compraron la segunda un arma calibre 38 y puñales de marca en una armería. Ese fue el momento que “Gato Mudo” sin sospechar lo que el destino le tenía preparado recomendó:

…-Vamos por buen camino, escuchó decir al “Gato”, ahora necesitamos un “cuatro ruedas” para facilitar “operaciones” …

…En 1959 poseían cinco furgonetas doble cabina robadas a conductores descuidados que escondían en otros lugares de Heredia. El “Gato se había transformado en el excelente piloto que todos confiaban para regresar seguros al rincón de la guarida.

A Rafael el destino le obligó a aprender a manejar vehículo forzosamente…y sin previo aviso…

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