Poco tiempo tomó “Carmonilla” para aclimatarse a la vida en la zona roja. La nueva cuadrilla ofrecía más opciones para operar y el ámbito de acción en San José superaba con creces su expectativa. Eran cuatro chiquillos como él que el averno había juntado sin derecho a elección. Respiraban, se alimentaban y debían de sobrevivir…a cualquier costo…
LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gerardo A. Pérez Obando GAPO).- La nueva pandilla cometía toda clase de tropelías en las cercanías de burdeles que compartían paredes bajo la complicidad y alcahuetería de dueños depravados que además de la sangre los unía la codicia. Carmonilla se ganó el derecho de dormir en cualquiera de ellos mientras los cuatro rapaces se turnaban entre “Las Pollitas” y “La Manzana” donde cada uno convivía con una prostituta.
Poco a poco fue creciendo entre los cinco rapaces un lazo siniestro sin vuelta de hoja. En fines de semana se dedicaban a robar a clientes que las prostitutas delataban al enterarse del dinero que portaban y aunque ellas pedían que solo les robaran el dinero, en su furia contra la sociedad les birlaban hasta los zapatos.
Un día escuchaba que lo llevarían a conocer otro centro de acción y pasada la medianoche llegaban al parque central de San José. Después se escapaba solo y sentado en un rincón observaba pormenores que acontecían. Descubrió muchos hombres mayores que se acercaban a prostitutas que deambulaban solitarias. Se asombró cuando uno de ellos se acercó interrogándole cuánto cobraba. Atemorizado, desconcertado y sin responder abandonó el lugar.
En el parque conoció a Miguel, un popular personaje entre los visitantes de las sombras de la noche con quien simpatizó al poco rato. Miguel solicitó que le acompañara mientras se dirigía un costado de la catedral cerca de dos automóviles parqueados. Después de varios minutos de un auto llamaron a Miguel dejándole solo. Varias horas después Miguel lo buscaba para comentarle le había gustado al tipo con quien andaba y que no pensara mucho si quería conseguir mucho dinero de manera fácil.
Con el tiempo Rafael fue perfeccionando fechorías, conociendo escondites y conexiones en los recovecos de los caminos del hampa. La pandilla fue creciendo en fama y agresividad y no pasó mucho tiempo para que la policía josefina se pusiera detrás de los “diablillos”.
“Carmonilla” no lo pensó demasiado cuando decidió regresar a su pasado herediano desvalijando lo que encontraba en su camino en el centro y cercanías del cementerio. A partir de ese momento el itinerario de sus días, bajo orden de captura, estaba entre Heredia y la zona roja, aunque tuvo una celda en San Vicente de Heredia donde una familia que le estimaba.
Era una familia honrada y trabajadora que había conocido a su madre y trataron de encaminarlo ante el pensamiento de irse a vivir a las montañas guapileñas. Aunque Rafael encontró un poco de paz su pasado delictivo se interponía en el afán de esperanza reivindicadora.
La policía tras sus pasos constantemente allanaba la vivienda mientras él se escabullía por la parte trasera por lo que para despistar por seis meses durmió en una bóveda del cementerio acostumbrándose con el tiempo a extraños gases azules que en forma de bola salían de las tumbas.
La familia entendió en su despedida que la vida de “Carmonilla” estaba marcada y aunque agradecido prefería abandonarlos. Lo que no entendieron, aunque sí aceptaron fue que su hija se había enamorado del pandillero…
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