Marsilio de Padua fue un filósofo y jurista del siglo XIV, autor de “Defensor Pacis”, una obra clave en la historia del pensamiento político occidental. Marsilio predicaba por la autonomía del poder civil frente al eclesiástico. Fue un precursor del pensamiento laico, defensor de la soberanía popular, y crítico del papado como autoridad política
LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gerardo A. Pérez Obando (Gapo), escritor).- Antes que el Renacimiento encendiera la
razón, y la Reforma fracturara la fe, Marsilio había encendido una chispa. Nació
en la ciudad universitaria de Padua en el 1275. No fue místico ni mártir.
Sobresalió como filósofo político con vocación de arquitecto institucional.
Formado en medicina y derecho, e influido
por Aristóteles, su mirada no se dirigía al cielo, sino hacia las polis, al
orden civil, a la justicia terrenal, al poder que debía emanar del pueblo. Su
obra “Defensor Pacis”, en 1324, fue un golpe audaz contra la hegemonía papal.
En ella, Marsilio sostiene que la autoridad política no debe derivarse de la iglesia
sino de la voluntad popular, expresada en leyes racionales. El Papa no debía
gobernar sino guiar espiritualmente, sin interferencia en asuntos de Estado.
Esta idea, radical para su tiempo, lo convirtió en enemigo de Roma y aliado del
emperador Luis de Baviera, en una Europa donde la lucha entre el poder
espiritual y el temporal, era más que disputa teórica, ya que fue una batalla
por el alma del continente.
Marsilio no predicó desde púlpitos ni
lideró revueltas. Su revolución fue silenciosa, escrita, filosófica, pero sus
palabras sembraron una idea que siglos después germinaría en el pensamiento
republicano, en la separación de poderes, en el principio de soberanía popular.
Si Dante denunció los abusos del papado
con poesía, Marsilio lo hizo con teoría política, y si Dante soñó con un
imperio justo, Marsilio diseñó sus fundamentos. Era una Europa marcada por la
tensión entre la cruz y la corona. Marsilio no fue un revolucionario en las
plazas, fue un pensador que tejió su disidencia desde los márgenes del poder.
Su vida transcurrió entre libros,
disputas teológicas y silencios estratégicos, pero su legado resonaría siglos
después en las bases del pensamiento republicano. Formado en París, en el
corazón intelectual de la cristiandad, absorbió el rigor escolástico y la
lógica aristotélica, pero no se conformó con repetir dogmas. Observó con
inquietud cómo el papado extendía su influencia más allá de lo espiritual,
interviniendo en asuntos civiles, nombrando reyes, excomulgando emperadores.
Su obra, Defensor Pacis, fue un acto de
valentía intelectual, sosteniendo que el poder político debe emanar del pueblo,
no de la iglesia. La ley civil es superior a la autoridad eclesiástica en
asuntos temporales. El Papa no debe gobernar sino guiar, ideas radicales para
su tiempo que lo enfrentaron con Roma y una alianza filosófica como estratégica
con el emperador Luis de Baviera, sin embargo, Marsilio no buscaba destruir la
fe sino liberarla del poder. Su visión no era anticlerical sino profundamente
cívica. En su pensamiento, la paz no se logra por imposición divina, sino por consenso
racional. Por eso, más que un hereje, fue un precursor. Un arquitecto invisible
de la soberanía popular, que soñó con una comunidad política fundada en la
razón, no en el dogma.
Dante y Marsilio fueron dos caminos
hacia la justicia. Ambos vivieron en una Europa convulsa, marcada por la pugna
entre el Imperio y el Papado, fueron exiliados por sus ideas, y soñaron con una
sociedad más justa. Mientras Dante trazó su visión en versos que ascendían al
cielo, Marsilio la escribió en tratados que descendían al cuerpo político.
En La “Divina Comedia” Dante imagina un
universo jerárquico donde cada alma ocupa el lugar que merece. Su crítica al
papado no es negación de la iglesia; es denuncia de corrupción. Para Dante, el
poder espiritual debe guiar, no dominar; y el Imperio debe ejercer justicia sin
interferencia clerical. Su ideal es un equilibrio entre lo temporal y lo eterno.
El orden divino se refleja en la política humana.
Marsilio, en cambio, no apela a la
teología ni a la poesía. En “Defensor Pacis” propone que la autoridad política
debe surgir del pueblo y no de la iglesia. Su pensamiento es secular, racional,
y profundamente moderno. Para él la paz se construye con leyes humanas, no con
mandatos divinos. El Papa no debe tener poder coercitivo. La comunidad civil
debe gobernarse a sí misma. https://www.youtube.com/watch?v=AcD2womGpZs
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