Isaías 41: 10: “Así que no temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré y te ayudaré; te sostendré con mi diestra victoriosa”.
Por Gilberto G. Rugama Rodríguez
Comentario
LA VOZ DE GOICOECHEA.- El misterio de los vernáculos. La historia de los pueblos aborígenes y descendientes está marcada por sus misterios de cosmovisión que, sólo la naturaleza misma puede interpretar y descodificar para descifrar hechos actuales e históricos que enaltecen y destacan su existencia.
El antepasado de los pueblos originarios está sustentado en su acervo cultural y se fundamenta en la creencia espiritual, en los Dioses de la naturaleza, tradiciones, costumbres e idiosincrasias de los aborígenes hitos de la historia universal humana.
Por su dogma y forma de ser, pensar y actuar los pueblos originarios se caracterizaban por su idiosincrasia genuina, costumbres y tradiciones autóctonas basadas en la espiritualidad y dioses que veneraban por cada componente de la madre naturaleza.
Para los pueblos indígenas y descendientes, los dioses naturales son la luz espiritual que les guía a desarrollar su intelecto en las actividades del quehacer cotidiano de manera individual, familiar y colectiva según la afinidad, parentesco, confianza y simpatía.
En cada acción de la vida contemporánea, los aborígenes antepasados acostumbraban hacer rituales para pedirle a los Dioses naturales que les autorizaran e iluminaran hacia el éxito y lograr sus propósitos en el andar y quehacer de su existencia.
Con mucha vocación y respeto le oraban al Dios del sol, al Dios de la luna, al Dios de la montaña, al Dios de la lluvia, al Dios del viento, al Dios del hielo, al Dios del trueno, al Dios de la cascada, al Dios de la cueva o caverna, al Dios de la frutas y flores, al Dios del maíz y del trigo.
Así mismo le oraban al Dios del ganado, al Dios de la producción, al Dios de las aves, al Dios del ambiente, al Dios de la familia, al Dios del frío, al Dios del fuego, al Dios de la noche, al Dios del amor, al Dios del día, al Dios de las estrellas, al Dios del cielo y al Dios de la tierra.
Algunas tradiciones y costumbres arraigadas del acervo cultural de los antepasados se conservan y son practicadas por tribus residentes en diferentes países del mundo que mantienen viva la llama indígena e idiosincrasia de sus aborígenes y descendientes.
De conformidad a la tradición ancestral, para visitar sitios arqueológicos de los pueblos originarios se debe orar y pedir permiso a los espíritus de los indígenas para tener la autorización y poder entrar al sitio sin ninguna dificultad.
Cuando no se pide el permiso debido para entrar al sitio arqueológico, los espíritus y Dioses de los pueblos originarios y descendientes se molestan considerando la acción de profanación a su memoria, a su legado, a sus raíces, costumbres, tradiciones y creencias ancestrales.
Si las personas desean bañarse o tomar agua de las fuentes hídricas localizada en los sitios arqueológicos deben orar y pedir permiso al Dios del agua, lavarse bien las manos y cara para luego proceder a disfrutar de las refrescantes aguas de las quebradas, cascadas, lagos, ríos y vertientes.
Para entrar a las cuevas o cavernas se debe orar y pedir autorización a los espíritus de los pueblos originarios y descendientes.
Con el permiso espiritual se puede introducir al lugar sin ningún problema, al no pedir el debido permiso espiritual la acción es considerada una profanación.
Las personas al llegar al sitio arqueológico de los pueblos aborígenes tienen que orar y pedir permiso a los espíritus para tomar fotos o videos de los petroglifos o grabados en piedra, así como de tumbas indígenas y de cuevas o cavernas símbolos de la vivencia de la casta ancestral.
El misterio de los pueblos aborígenes contempla en su mitología que se debe orar y pedir permiso para entrar a los sitios arqueológicos. Cuando no se ora ni se pide permiso irrespetando sus normas, se enojan y lo demuestran con señales cósmicas visibles y palpables.
Entre las señales que manifiestan a las personas no ser bienvenidas se destacan; la desorientación de los visitantes, se resbalan y se caen en el trayecto del camino, se cansan con facilidad, se siente y se escuchan cosas extrañas, el viento sopla de forma rara y continuo, la temperatura aumenta y algunas personas regresan sin logran el objetivo.
Una señal muy significativa de rechazo o bienvenida es el trinar de un misterioso pájaro de color café rojizo que, en medio de la vegetación del sitio arqueológico canta oficiosamente brincando de rama en rama de los árboles diciendo; Pit pit pit, tic tic tic, tac tac tac…
De acuerdo a la leyenda ancestral, las cascadas, cuevas o cavernas de los sitios arqueológicos son protegidas por los misteriosos duendes por ser espacios símbolos de la vida ancestral, espiritual y ritualidad de los pueblos aborígenes y descendientes. En dichos lugares se siente un ambiente suspenso que incentiva la curiosidad.
En medio del misterioso mundo que rodea a los pueblos originarios, en los sitios arqueológicos se tiene la sensación de suspenso y tranquilidad espiritual, la mente se traslada al modo de vida de la casta ancestral, las imaginaciones brillan sobre lo maravilloso que pudo haber sido la naturaleza universal y forma de vida de los aborígenes ancestrales.
Los misterios de los pueblos aborígenes y descendientes llevan a la interpretación de la cosmovisión del mundo ancestral, es decir, la visión del mundo, ofreciendo un marco de referencia para interpretar el entorno que contiene creencias, perspectivas, nociones, imágenes, conceptos o representación mental imaginaria que una determinada cultura o persona se forma de la realidad del mundo contemporáneo.
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