Por Bayardo Quinto Núñez
LA VOZ DE GOICOECHEA.- Todo el pueblo sabía que la pobre Josefa tenía una cruz con su hijo. Había estudiado mecánica automotriz, porque se lo había ido enseñando su padre a lo largo de su vida. El taller, lo tenía en una calle muy céntrica del
pueblo, sin pavimento, el papá, siempre se preocupaba por Josefa, su hijo, y por su taller. Cuando reparaba un vehículo él quería que sus clientes se fueran de allí con el coche como si estuviera nuevo, era un hombre intachable ante el pueblo.
El padre, murió un día, en un accidente en el taller debido a un incendio por causas desconocidas y fue imposible sacarlo de allí. Se oían los gritos afuera y el hijo gritaba pero el papá no pudo salir. Desde ese día Roberto se quedó sin trabajo y entre la muerte de su padre y las horas muertas en las que pasaba día a día, el carácter de Roberto cada vez era peor. Se le dio por empezar a tomar bebidas etílicas. Nadie la daba trabajo por su carácter descortés. Y así trascurría el tiempo.
Lo que, la gente, no sabía es que, Roberto el dinero para tomar licor lo conseguía a fuerza de golpes que le daba a su madre, para que ella le diera dinero. Josefa, cuando por las noches, en el silencio de su habitación se desnudaba, veía su cuerpo lleno de moratones y lloraba de rabia y angustia pensando: que su único hijo le pegaba. Y se preguntaba: “Pero ni Emilio, ni yo hemos enseñado así a nuestro hijo a comportarse“. Sin embargo, su hijo se había torcido al ver que su padre había muerto quemado, sin que nada ni nadie lo pudiera haber salvado, eso le había torcido su vida y ella no podía hacer nada para enderezarlo.
Pero, hubo un tiempo que, se había compuesto y era un caballero de bien, pero por gajes del destino volvió de nuevo a su zafarrancho y todo se acabó entre su madre y él.
Cada vez que le pedía dinero y ella se negaba él se ponía a gritar y a darle patadas, diciéndole que: “para ir a misa todos los días si tenía dinero, pero para darle dinero a su hijo eso no podía." Y ella contestaba: "que se lo daría a quien le diera la gana, eso equivalía a un golpe fuerte. Josefa ya sabía cómo iba a reaccionar ante cada contestación que le daba, y vivía con auténtico miedo, y vergüenza que sus vecinos se enteraran de semejante horror y dolor y mucho dolor...
Un día determinado, Roberto llegó más furioso de lo normal. Estaba muy exaltado y gritaba por toda la casa como un loco buscando dinero. Su madre estaba agazapada en la cama, no se encontraba bien ese día. Roberto se le acercó y gritando le pidió más dinero. Por su boca salía saliva y babas que manchaban la cara de su madre pero al ver que, no se levantaba a coger su dinero, comenzó a golpearla con fuerza y odio. Cogió la lámpara de la habitación y le golpeo con ella en la cabeza varias veces y eyaculó en sus partes. Después, exhausto, se acostó a su lado y se quedó dormido. Pero, Josefa, ya había ido a reunirse con Emilio-su esposo-los golpes le habían destrozado su maltrecho cuerpo, estaba muerta. Al día siguiente Roberto despertó y al ver a su madre muerta quedó loco, el pueblo se enteró de tal asunto y nunca le ayudaron a Roberto en nada, murió en las calles, como un perro.
*Bayardo Quinto Núñez, Abogado y Notario Público, Escritor, Pintor y Músico
Email: tac_tictac@yahoo.com
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