LA VOZ DE GOICOECHEA (Por David Salces).- ChatGPT ya no necesita presentaciones en muchos círculos. Su nombre, que hasta hace poco sonaba a jerga técnica o a software experimental, ha pasado a formar parte del vocabulario cotidiano. Está en los titulares, en los móviles, en las reuniones de trabajo y hasta en las conversaciones de sobremesa. No es solo una herramienta: es el símbolo más reconocible de una nueva etapa tecnológica que ha cambiado nuestra relación con el lenguaje, la creatividad y la información.
Desde su aparición a finales de 2022, ChatGPT ha ido desplegándose con una velocidad inusitada, convirtiéndose en la puerta de entrada a la inteligencia artificial para millones de personas en todo el mundo. Por primera vez, una tecnología basada en redes neuronales profundas, entrenada con cantidades masivas de texto, se hacía accesible mediante una interfaz conversacional simple y eficaz. Lo que antes era dominio de desarrolladores o investigadores ahora se ha convertido en una experiencia abierta, amigable e, incluso, cotidiana.
Este fenómeno merece una reflexión. En un momento en el que las promesas tecnológicas suelen diluirse rápidamente, ChatGPT ha logrado consolidarse como algo más que una moda pasajera. Para entender qué es exactamente, cómo puede utilizarse con criterio y qué papel juega en el ecosistema actual de inteligencia artificial, conviene analizarlo con algo de distancia. Esa es precisamente la intención de este especial: trazar una visión clara, práctica y actualizada de una tecnología que, sin pedir permiso, ya está aquí.

Qué es ChatGPT y cómo funciona
ChatGPT es una interfaz conversacional (lo que normalmente se conoce como chatbot) creada por OpenAI que permite interactuar con distintos modelos de lenguaje de forma sencilla y accesible. No es en sí un modelo de inteligencia artificial, como algunas personas piensan (en muchos casos, como consecuencia de que lleve, en su nombre, el de sino la plataforma a través de la cual los usuarios pueden conversar con motores como GPT‑4o o los más recientes modelos de la serie “o”, cada uno especializado en distintos tipos de tareas. Su objetivo principal es generar respuestas coherentes, relevantes y bien redactadas en lenguaje natural a partir de las instrucciones que recibe.
En la actualidad, el modelo por defecto en ChatGPT es GPT‑4o, una versión multimodal que puede procesar texto, imágenes y audio. Está disponible tanto para usuarios gratuitos como para suscriptores de los planes de pago, aunque con diferencias en los límites de uso. GPT‑4o representa un salto respecto a versiones anteriores, combinando velocidad, coste y capacidad de razonamiento general en un solo modelo. Esta opción es la que impulsa la mayoría de interacciones generales, desde redacción de textos hasta asistencia básica en tareas académicas o profesionales.
En paralelo, OpenAI ha lanzado una nueva familia de modelos llamada “o”, diseñada específicamente para tareas que requieren razonamiento más profundo. Estos modelos, como o3 y o4, están optimizados para resolver problemas complejos en programación, matemáticas o análisis lógico, aunque sacrifican algo de velocidad frente a GPT‑4o. La idea detrás de esta división es ofrecer al usuario un abanico más especializado, en el que pueda elegir entre un modelo más ágil y generalista o uno más preciso para tareas complejas.
También continúa activa la evolución de la familia GPT. El pasado mes de abril, OpenAI presentó GPT‑4.1, un modelo con variantes estándar, mini y nano, que se orienta especialmente a programación, seguimiento de instrucciones y manejo de contextos largos, de hasta un millón de tokens. Este modelo supera a GPT‑4o en tareas técnicas y de productividad, y puede utilizarse en ChatGPT (aunque de manera bastante limitada), a través de la API y en entornos que lo integran de forma específica.
El resultado de este ecosistema técnico es que ChatGPT se ha convertido en una herramienta de uso transversal. A través de una sola interfaz, el usuario puede acceder a diferentes «motores» de IA, cada uno con sus puntos fuertes. GPT‑4o cubre un rango amplio de necesidades de uso diario, los modelos “o” ofrecen precisión en problemas complejos, y GPT‑4.1 abre la puerta a tareas más avanzadas dentro del mundo profesional y técnico.

ChatGPT es una interfaz conversacional (lo que normalmente se conoce como chatbot) creada por OpenAI que permite interactuar con distintos modelos de lenguaje de forma sencilla y accesible. No es en sí un modelo de inteligencia artificial, como algunas personas piensan (en muchos casos, como consecuencia de que lleve, en su nombre, el de sino la plataforma a través de la cual los usuarios pueden conversar con motores como GPT‑4o o los más recientes modelos de la serie “o”, cada uno especializado en distintos tipos de tareas. Su objetivo principal es generar respuestas coherentes, relevantes y bien redactadas en lenguaje natural a partir de las instrucciones que recibe.
En la actualidad, el modelo por defecto en ChatGPT es GPT‑4o, una versión multimodal que puede procesar texto, imágenes y audio. Está disponible tanto para usuarios gratuitos como para suscriptores de los planes de pago, aunque con diferencias en los límites de uso. GPT‑4o representa un salto respecto a versiones anteriores, combinando velocidad, coste y capacidad de razonamiento general en un solo modelo. Esta opción es la que impulsa la mayoría de interacciones generales, desde redacción de textos hasta asistencia básica en tareas académicas o profesionales.
En paralelo, OpenAI ha lanzado una nueva familia de modelos llamada “o”, diseñada específicamente para tareas que requieren razonamiento más profundo. Estos modelos, como o3 y o4, están optimizados para resolver problemas complejos en programación, matemáticas o análisis lógico, aunque sacrifican algo de velocidad frente a GPT‑4o. La idea detrás de esta división es ofrecer al usuario un abanico más especializado, en el que pueda elegir entre un modelo más ágil y generalista o uno más preciso para tareas complejas.
También continúa activa la evolución de la familia GPT. El pasado mes de abril, OpenAI presentó GPT‑4.1, un modelo con variantes estándar, mini y nano, que se orienta especialmente a programación, seguimiento de instrucciones y manejo de contextos largos, de hasta un millón de tokens. Este modelo supera a GPT‑4o en tareas técnicas y de productividad, y puede utilizarse en ChatGPT (aunque de manera bastante limitada), a través de la API y en entornos que lo integran de forma específica.
El resultado de este ecosistema técnico es que ChatGPT se ha convertido en una herramienta de uso transversal. A través de una sola interfaz, el usuario puede acceder a diferentes «motores» de IA, cada uno con sus puntos fuertes. GPT‑4o cubre un rango amplio de necesidades de uso diario, los modelos “o” ofrecen precisión en problemas complejos, y GPT‑4.1 abre la puerta a tareas más avanzadas dentro del mundo profesional y técnico.

Cómo acceder a ChatGPT
OpenAI ofrece varias maneras de interactuar con ChatGPT, adaptadas a distintos niveles de usuario y necesidades. Al acceder desde su web, la más directa es el acceso anónimo, sin necesidad de crear una cuenta. Esta modalidad permite probar el modelo GPT‑4o directamente desde el navegador, aunque con limitaciones notables: no se guarda el historial, no se pueden personalizar preferencias ni acceder a funciones avanzadas como el uso de voz o herramientas de análisis. Es una puerta de entrada útil para quienes quieren explorar el servicio sin compromisos, pero lejos de la experiencia completa.
Registrarse con una cuenta de OpenAI desbloquea el acceso a diferentes planes. El plan gratuito permite seguir utilizando GPT‑4o, pero con un número limitado de mensajes y sin acceso a funciones avanzadas como la memoria personalizada o los estilos de respuesta. Por encima se sitúa el plan Plus, con un coste mensual de 20 dólares, que ofrece prioridad en los servidores, tiempos de respuesta más rápidos y acceso a herramientas adicionales como la carga y análisis de documentos, la generación de gráficos, el uso conversacional con voz y la posibilidad de activar funciones experimentales en desarrollo.
El nivel más avanzado es ChatGPT Pro, destinado a usuarios con necesidades más exigentes. Este plan, con un coste notablemente superior, de 200 dólares mensuales, permite el uso intensivo y sin restricciones de modelos como o1 en su modo profesional (o1 pro), además de GPT‑4o. También incluye acceso anticipado a funciones complejas como agentes automatizados, interacciones encadenadas y tareas que requieren múltiples pasos o mayor tiempo de ejecución. Es una opción orientada a profesionales técnicos, investigadores o empresas que quieren explorar al límite las capacidades de la IA generativa.
Por otro lado, OpenAI permite el uso de sus modelos de lenguaje mediante API, lo que posibilita su integración en desarrollos personalizados, aplicaciones móviles, entornos empresariales o flujos de trabajo específicos. Esta vía, sin embargo, no da acceso al chatbot ChatGPT como tal, ni incluye su interfaz, memoria, herramientas o funcionalidades propias. Lo que se ofrece aquí es el modelo puro —como GPT‑4.1 o GPT‑4o— listo para ser programado y adaptado, bajo un sistema de pago por uso que requiere conocimientos técnicos para su implementación.
Además del acceso directo a través de la web, ChatGPT cuenta con aplicaciones móviles oficiales para iOS y Android, con sincronización de sesiones y preferencias si se utiliza la misma cuenta. El acceso está disponible en la mayoría de países y en una amplia variedad de idiomas, aunque ciertas funciones —como el uso de voz, la memoria o las herramientas experimentales— pueden no estar habilitadas en todas las regiones. No se necesita un equipo especialmente potente: basta un dispositivo con navegador moderno y conexión a Internet, aunque para aprovechar funciones multimodales conviene usar hardware actualizado y navegadores compatibles.

Qué puedes hacer con ChatGPT
ChatGPT es una herramienta extremadamente versátil, capaz de adaptarse a una enorme variedad de usos según el perfil del usuario. Su capacidad para comprender instrucciones en lenguaje natural y generar respuestas coherentes lo convierte en un asistente útil tanto en contextos personales como profesionales. Desde tareas rutinarias hasta procesos creativos complejos, el abanico de aplicaciones prácticas es cada vez más amplio.
En el ámbito académico y educativo, ChatGPT puede actuar como tutor personalizado, ayudando a entender conceptos complejos, resolviendo dudas en tiempo real o explicando procedimientos paso a paso. También es capaz de generar resúmenes de textos, crear guiones de estudio o corregir redacciones. Muchos estudiantes lo utilizan como apoyo complementario, aunque es importante tener en cuenta que no siempre proporciona fuentes verificables ni respuestas infalibles, por lo que su uso debe estar acompañado siempre de criterio crítico.
En el terreno profesional, su utilidad también es considerable. Puede asistir en la redacción de correos, informes, presentaciones o contenidos para redes sociales, así como generar código en múltiples lenguajes de programación, revisar errores y proponer soluciones. Profesionales del marketing, del diseño, del derecho o de la ingeniería han encontrado formas de integrarlo en sus flujos de trabajo para ahorrar tiempo y automatizar tareas repetitivas. En contextos más técnicos, es capaz de interpretar datos, simular estructuras lógicas o realizar análisis de documentación jurídica o científica, dependiendo del modelo utilizado.
ChatGPT también tiene aplicaciones en la vida cotidiana. Se puede usar para planificar viajes, redactar listas de la compra, generar recetas personalizadas, componer cartas, organizar tareas semanales o incluso para obtener ideas creativas en procesos de escritura o diseño. Su capacidad para adaptarse a diferentes tonos y estilos lo hace útil tanto para quienes buscan formalidad como para quienes necesitan un lenguaje más relajado o creativo. En este sentido, la introducción de funciones como los “estilos de conversación” o la personalización mediante memoria ha ampliado aún más su utilidad práctica.
La diferencia entre los modelos disponibles también influye en lo que se puede hacer. GPT‑4o, el modelo por defecto, es ágil, polivalente y multimodal: puede analizar imágenes, mantener conversaciones por voz y comprender contexto textual con fluidez. Sin embargo, para tareas que requieren un razonamiento más riguroso —como matemáticas avanzadas, lógica formal o resolución de problemas científicos— los modelos de la familia “o” (como o1 y o3) ofrecen mayor precisión, aunque son más lentos. Y para entornos técnicos como programación avanzada o contexto prolongado, GPT‑4.1 se posiciona como una opción más potente, aunque su uso está limitado, como ya te contábamos antes.
Conviene destacar que, aunque ChatGPT puede generar respuestas muy convincentes, no sustituye el conocimiento especializado ni el juicio humano. Sus errores pueden ser sutiles y su información, en ocasiones, estar desactualizada o mal interpretada. Es fundamental utilizarlo como apoyo, no como fuente definitiva. Su utilidad se potencia cuando se combina con la verificación crítica y la revisión por parte del usuario, especialmente en tareas que implican decisiones importantes, datos sensibles o impacto profesional.

Cómo usarlo bien: consejos y limitaciones
Una de las claves para sacar el máximo partido a ChatGPT está en saber comunicarse con él. Aunque su interfaz sea simple —una caja de texto donde escribir lo que se necesita—, los resultados que ofrece pueden variar mucho dependiendo de cómo se formule la petición. Lo que en este contexto se llama prompting no es otra cosa que el arte de dar instrucciones precisas, completas y contextualizadas. Cuanto más claro sea el mensaje, más relevante será la respuesta. Indicar el tipo de resultado esperado, el tono, la extensión o el objetivo final puede marcar una gran diferencia.
Por ejemplo, no es lo mismo pedir “haz un resumen” que decir “resume este texto en menos de 200 palabras, destacando los argumentos principales pero sin entrar en ejemplos secundarios”. Añadir información sobre el público objetivo o el contexto (“es para un lector adolescente”, “se usará en una presentación formal”) también ayuda a ajustar el resultado. ChatGPT interpreta lo que se le dice en función de probabilidades aprendidas, por lo que necesita contexto para afinar la respuesta. Si se deja en la ambigüedad, tenderá a generalizar o asumir por defecto lo más habitual, lo que no siempre coincide con lo que se espera.
Además de saber cómo preguntar, es importante saber qué esperar. ChatGPT no es infalible, ni posee conocimiento en tiempo real. Su entrenamiento se basa en información recopilada hasta cierto punto del pasado (aunque OpenAI actualiza sus modelos con frecuencia), y no siempre tiene acceso a Internet. E incluso en los casos en los que sí., puede interpretar mal lo que encuentra o sintetizarlo de forma incorrecta. Por eso, conviene verificar la información, especialmente cuando se trata de datos técnicos, legales o científicos.
Otra limitación relevante es que, aunque ChatGPT genera respuestas que suenan coherentes, no siempre se basan en hechos reales. Puede “alucinar” o inventar datos, cifras o citas si cree que eso completa una respuesta plausible. También tiende a ser excesivamente confiado en sus respuestas, incluso cuando no tiene certeza. Esta tendencia obliga a usarlo con precaución en ámbitos donde la precisión es crucial, como la medicina, el derecho o la ingeniería. Puede ser útil como asistente de redacción o punto de partida, pero no como autoridad experta.
La privacidad y el uso responsable son otros factores clave. Aunque OpenAI ha introducido mejoras en cuanto a la protección de datos y la posibilidad de desactivar la memoria, cualquier información compartida con el chatbot podría utilizarse para mejorar los modelos, salvo que se especifique lo contrario. No es recomendable compartir datos personales, contraseñas, información confidencial o cualquier contenido sensible. Además, conviene tener presente que, aunque el sistema parece mantener una conversación “humana”, no tiene conciencia, intención ni comprensión real del contexto humano o emocional.
Por último, es fundamental asumir que ChatGPT no reemplaza el pensamiento crítico. Puede ayudar a organizar ideas, explorar puntos de vista, mejorar un texto o automatizar ciertas tareas, pero no debe sustituir el análisis personal. Saber cuándo usarlo —y cuándo no— es tan importante como saber cómo hacerlo. En tareas creativas, puede servir de apoyo; en entornos profesionales, como asistente; en procesos educativos, como complemento. Pero siempre bajo supervisión. Como toda herramienta poderosa, su valor depende del uso que se le dé.

El futuro de ChatGPT y la IA generativa
ChatGPT representa algo más que una herramienta útil o un avance técnico puntual: es el rostro visible de una transformación más profunda en la relación entre humanos y máquinas o, para ser más exactos, la relación entre humanos e información, con la IA como interfaz de comunicación entre ambos. Lo que comenzó como una curiosidad experimental se ha convertido, en pocos años, en una presencia constante en entornos educativos, profesionales y domésticos. El lenguaje, una de las capacidades más complejas del ser humano, ya no es patrimonio exclusivo de las personas: ahora también puede ser simulado —con sorprendente eficacia— por una inteligencia artificial. Y ese cambio no es menor.
El futuro de ChatGPT parece orientado a una integración cada vez más profunda con los sistemas y dispositivos que utilizamos a diario. Su evolución no se limita a ser más preciso o más rápido, sino a convertirse en un componente invisible pero omnipresente de nuestra vida digital. Aplicaciones de oficina, navegadores, plataformas de mensajería o servicios de asistencia técnica están ya empezando a incorporar capacidades conversacionales similares a las que ofrece ChatGPT, y lo hacen con la expectativa de que el usuario no tenga que aprender a usar la tecnología, sino simplemente hablarle.
Por otra parte, la competencia en el sector está aumentando. Modelos desarrollados por Google, Anthropic, Meta o Mistral están planteando alternativas serias tanto en código abierto como en soluciones comerciales. Esta diversidad impulsa la innovación, pero también introduce interrogantes sobre estandarización, seguridad y calidad. No todos los modelos ofrecen las mismas garantías de control, transparencia o fiabilidad. En ese contexto, ChatGPT mantiene una posición destacada, pero ya no está solo.
La relación entre los modelos de lenguaje y la sociedad será otro eje central en los próximos años. Cuestiones como la protección de datos, el uso ético, la influencia en el lenguaje cotidiano o su impacto en la educación y el trabajo intelectual siguen generando debate. La línea entre apoyo y dependencia es delgada, y la tentación de delegar demasiado en estos sistemas es real. El reto no será solo técnico, sino cultural: aprender a convivir con una inteligencia artificial que escribe, responde, resume, propone y sugiere con una soltura que, a veces, puede confundirse con la nuestra.
En lo personal, observar la evolución de ChatGPT ha sido como presenciar en tiempo real una bifurcación histórica., una de tanto calado como lo fue la de la llegada de la informática personal y la de Internet (y ya me siento afortunado de haber vivido estos tres momentos, la verdad) Nos encontramos en un punto en el que escribir ya no es solo una actividad humana, y donde preguntar no requiere saber a quién. El riesgo es evidente, pero también la promesa. Usado con criterio, este tipo de tecnología puede ampliar nuestras capacidades, democratizar el acceso al conocimiento y acelerar procesos creativos. Mal entendido, puede empobrecer la comunicación, sustituir el análisis por la repetición y erosionar el pensamiento crítico.
Por eso, más allá del asombro inicial, el verdadero valor de ChatGPT está en cómo decidamos utilizarlo. La herramienta ya está aquí, y mejora cada día. Lo que está en juego ahora no es su desarrollo, sino nuestra capacidad para integrarla de forma responsable, consciente y con los pies en la tierra. Porque, como toda tecnología poderosa, no se trata solo de lo que puede hacer, sino de lo que estamos dispuestos a permitirle hacer por nosotros.
OpenAI ofrece varias maneras de interactuar con ChatGPT, adaptadas a distintos niveles de usuario y necesidades. Al acceder desde su web, la más directa es el acceso anónimo, sin necesidad de crear una cuenta. Esta modalidad permite probar el modelo GPT‑4o directamente desde el navegador, aunque con limitaciones notables: no se guarda el historial, no se pueden personalizar preferencias ni acceder a funciones avanzadas como el uso de voz o herramientas de análisis. Es una puerta de entrada útil para quienes quieren explorar el servicio sin compromisos, pero lejos de la experiencia completa.
Registrarse con una cuenta de OpenAI desbloquea el acceso a diferentes planes. El plan gratuito permite seguir utilizando GPT‑4o, pero con un número limitado de mensajes y sin acceso a funciones avanzadas como la memoria personalizada o los estilos de respuesta. Por encima se sitúa el plan Plus, con un coste mensual de 20 dólares, que ofrece prioridad en los servidores, tiempos de respuesta más rápidos y acceso a herramientas adicionales como la carga y análisis de documentos, la generación de gráficos, el uso conversacional con voz y la posibilidad de activar funciones experimentales en desarrollo.
El nivel más avanzado es ChatGPT Pro, destinado a usuarios con necesidades más exigentes. Este plan, con un coste notablemente superior, de 200 dólares mensuales, permite el uso intensivo y sin restricciones de modelos como o1 en su modo profesional (o1 pro), además de GPT‑4o. También incluye acceso anticipado a funciones complejas como agentes automatizados, interacciones encadenadas y tareas que requieren múltiples pasos o mayor tiempo de ejecución. Es una opción orientada a profesionales técnicos, investigadores o empresas que quieren explorar al límite las capacidades de la IA generativa.
Por otro lado, OpenAI permite el uso de sus modelos de lenguaje mediante API, lo que posibilita su integración en desarrollos personalizados, aplicaciones móviles, entornos empresariales o flujos de trabajo específicos. Esta vía, sin embargo, no da acceso al chatbot ChatGPT como tal, ni incluye su interfaz, memoria, herramientas o funcionalidades propias. Lo que se ofrece aquí es el modelo puro —como GPT‑4.1 o GPT‑4o— listo para ser programado y adaptado, bajo un sistema de pago por uso que requiere conocimientos técnicos para su implementación.
Además del acceso directo a través de la web, ChatGPT cuenta con aplicaciones móviles oficiales para iOS y Android, con sincronización de sesiones y preferencias si se utiliza la misma cuenta. El acceso está disponible en la mayoría de países y en una amplia variedad de idiomas, aunque ciertas funciones —como el uso de voz, la memoria o las herramientas experimentales— pueden no estar habilitadas en todas las regiones. No se necesita un equipo especialmente potente: basta un dispositivo con navegador moderno y conexión a Internet, aunque para aprovechar funciones multimodales conviene usar hardware actualizado y navegadores compatibles.

Qué puedes hacer con ChatGPT
ChatGPT es una herramienta extremadamente versátil, capaz de adaptarse a una enorme variedad de usos según el perfil del usuario. Su capacidad para comprender instrucciones en lenguaje natural y generar respuestas coherentes lo convierte en un asistente útil tanto en contextos personales como profesionales. Desde tareas rutinarias hasta procesos creativos complejos, el abanico de aplicaciones prácticas es cada vez más amplio.
En el ámbito académico y educativo, ChatGPT puede actuar como tutor personalizado, ayudando a entender conceptos complejos, resolviendo dudas en tiempo real o explicando procedimientos paso a paso. También es capaz de generar resúmenes de textos, crear guiones de estudio o corregir redacciones. Muchos estudiantes lo utilizan como apoyo complementario, aunque es importante tener en cuenta que no siempre proporciona fuentes verificables ni respuestas infalibles, por lo que su uso debe estar acompañado siempre de criterio crítico.
En el terreno profesional, su utilidad también es considerable. Puede asistir en la redacción de correos, informes, presentaciones o contenidos para redes sociales, así como generar código en múltiples lenguajes de programación, revisar errores y proponer soluciones. Profesionales del marketing, del diseño, del derecho o de la ingeniería han encontrado formas de integrarlo en sus flujos de trabajo para ahorrar tiempo y automatizar tareas repetitivas. En contextos más técnicos, es capaz de interpretar datos, simular estructuras lógicas o realizar análisis de documentación jurídica o científica, dependiendo del modelo utilizado.
ChatGPT también tiene aplicaciones en la vida cotidiana. Se puede usar para planificar viajes, redactar listas de la compra, generar recetas personalizadas, componer cartas, organizar tareas semanales o incluso para obtener ideas creativas en procesos de escritura o diseño. Su capacidad para adaptarse a diferentes tonos y estilos lo hace útil tanto para quienes buscan formalidad como para quienes necesitan un lenguaje más relajado o creativo. En este sentido, la introducción de funciones como los “estilos de conversación” o la personalización mediante memoria ha ampliado aún más su utilidad práctica.
La diferencia entre los modelos disponibles también influye en lo que se puede hacer. GPT‑4o, el modelo por defecto, es ágil, polivalente y multimodal: puede analizar imágenes, mantener conversaciones por voz y comprender contexto textual con fluidez. Sin embargo, para tareas que requieren un razonamiento más riguroso —como matemáticas avanzadas, lógica formal o resolución de problemas científicos— los modelos de la familia “o” (como o1 y o3) ofrecen mayor precisión, aunque son más lentos. Y para entornos técnicos como programación avanzada o contexto prolongado, GPT‑4.1 se posiciona como una opción más potente, aunque su uso está limitado, como ya te contábamos antes.
Conviene destacar que, aunque ChatGPT puede generar respuestas muy convincentes, no sustituye el conocimiento especializado ni el juicio humano. Sus errores pueden ser sutiles y su información, en ocasiones, estar desactualizada o mal interpretada. Es fundamental utilizarlo como apoyo, no como fuente definitiva. Su utilidad se potencia cuando se combina con la verificación crítica y la revisión por parte del usuario, especialmente en tareas que implican decisiones importantes, datos sensibles o impacto profesional.

Cómo usarlo bien: consejos y limitaciones
Una de las claves para sacar el máximo partido a ChatGPT está en saber comunicarse con él. Aunque su interfaz sea simple —una caja de texto donde escribir lo que se necesita—, los resultados que ofrece pueden variar mucho dependiendo de cómo se formule la petición. Lo que en este contexto se llama prompting no es otra cosa que el arte de dar instrucciones precisas, completas y contextualizadas. Cuanto más claro sea el mensaje, más relevante será la respuesta. Indicar el tipo de resultado esperado, el tono, la extensión o el objetivo final puede marcar una gran diferencia.
Por ejemplo, no es lo mismo pedir “haz un resumen” que decir “resume este texto en menos de 200 palabras, destacando los argumentos principales pero sin entrar en ejemplos secundarios”. Añadir información sobre el público objetivo o el contexto (“es para un lector adolescente”, “se usará en una presentación formal”) también ayuda a ajustar el resultado. ChatGPT interpreta lo que se le dice en función de probabilidades aprendidas, por lo que necesita contexto para afinar la respuesta. Si se deja en la ambigüedad, tenderá a generalizar o asumir por defecto lo más habitual, lo que no siempre coincide con lo que se espera.
Además de saber cómo preguntar, es importante saber qué esperar. ChatGPT no es infalible, ni posee conocimiento en tiempo real. Su entrenamiento se basa en información recopilada hasta cierto punto del pasado (aunque OpenAI actualiza sus modelos con frecuencia), y no siempre tiene acceso a Internet. E incluso en los casos en los que sí., puede interpretar mal lo que encuentra o sintetizarlo de forma incorrecta. Por eso, conviene verificar la información, especialmente cuando se trata de datos técnicos, legales o científicos.
Otra limitación relevante es que, aunque ChatGPT genera respuestas que suenan coherentes, no siempre se basan en hechos reales. Puede “alucinar” o inventar datos, cifras o citas si cree que eso completa una respuesta plausible. También tiende a ser excesivamente confiado en sus respuestas, incluso cuando no tiene certeza. Esta tendencia obliga a usarlo con precaución en ámbitos donde la precisión es crucial, como la medicina, el derecho o la ingeniería. Puede ser útil como asistente de redacción o punto de partida, pero no como autoridad experta.
La privacidad y el uso responsable son otros factores clave. Aunque OpenAI ha introducido mejoras en cuanto a la protección de datos y la posibilidad de desactivar la memoria, cualquier información compartida con el chatbot podría utilizarse para mejorar los modelos, salvo que se especifique lo contrario. No es recomendable compartir datos personales, contraseñas, información confidencial o cualquier contenido sensible. Además, conviene tener presente que, aunque el sistema parece mantener una conversación “humana”, no tiene conciencia, intención ni comprensión real del contexto humano o emocional.
Por último, es fundamental asumir que ChatGPT no reemplaza el pensamiento crítico. Puede ayudar a organizar ideas, explorar puntos de vista, mejorar un texto o automatizar ciertas tareas, pero no debe sustituir el análisis personal. Saber cuándo usarlo —y cuándo no— es tan importante como saber cómo hacerlo. En tareas creativas, puede servir de apoyo; en entornos profesionales, como asistente; en procesos educativos, como complemento. Pero siempre bajo supervisión. Como toda herramienta poderosa, su valor depende del uso que se le dé.

El futuro de ChatGPT y la IA generativa
ChatGPT representa algo más que una herramienta útil o un avance técnico puntual: es el rostro visible de una transformación más profunda en la relación entre humanos y máquinas o, para ser más exactos, la relación entre humanos e información, con la IA como interfaz de comunicación entre ambos. Lo que comenzó como una curiosidad experimental se ha convertido, en pocos años, en una presencia constante en entornos educativos, profesionales y domésticos. El lenguaje, una de las capacidades más complejas del ser humano, ya no es patrimonio exclusivo de las personas: ahora también puede ser simulado —con sorprendente eficacia— por una inteligencia artificial. Y ese cambio no es menor.
El futuro de ChatGPT parece orientado a una integración cada vez más profunda con los sistemas y dispositivos que utilizamos a diario. Su evolución no se limita a ser más preciso o más rápido, sino a convertirse en un componente invisible pero omnipresente de nuestra vida digital. Aplicaciones de oficina, navegadores, plataformas de mensajería o servicios de asistencia técnica están ya empezando a incorporar capacidades conversacionales similares a las que ofrece ChatGPT, y lo hacen con la expectativa de que el usuario no tenga que aprender a usar la tecnología, sino simplemente hablarle.
Por otra parte, la competencia en el sector está aumentando. Modelos desarrollados por Google, Anthropic, Meta o Mistral están planteando alternativas serias tanto en código abierto como en soluciones comerciales. Esta diversidad impulsa la innovación, pero también introduce interrogantes sobre estandarización, seguridad y calidad. No todos los modelos ofrecen las mismas garantías de control, transparencia o fiabilidad. En ese contexto, ChatGPT mantiene una posición destacada, pero ya no está solo.
La relación entre los modelos de lenguaje y la sociedad será otro eje central en los próximos años. Cuestiones como la protección de datos, el uso ético, la influencia en el lenguaje cotidiano o su impacto en la educación y el trabajo intelectual siguen generando debate. La línea entre apoyo y dependencia es delgada, y la tentación de delegar demasiado en estos sistemas es real. El reto no será solo técnico, sino cultural: aprender a convivir con una inteligencia artificial que escribe, responde, resume, propone y sugiere con una soltura que, a veces, puede confundirse con la nuestra.
En lo personal, observar la evolución de ChatGPT ha sido como presenciar en tiempo real una bifurcación histórica., una de tanto calado como lo fue la de la llegada de la informática personal y la de Internet (y ya me siento afortunado de haber vivido estos tres momentos, la verdad) Nos encontramos en un punto en el que escribir ya no es solo una actividad humana, y donde preguntar no requiere saber a quién. El riesgo es evidente, pero también la promesa. Usado con criterio, este tipo de tecnología puede ampliar nuestras capacidades, democratizar el acceso al conocimiento y acelerar procesos creativos. Mal entendido, puede empobrecer la comunicación, sustituir el análisis por la repetición y erosionar el pensamiento crítico.
Por eso, más allá del asombro inicial, el verdadero valor de ChatGPT está en cómo decidamos utilizarlo. La herramienta ya está aquí, y mejora cada día. Lo que está en juego ahora no es su desarrollo, sino nuestra capacidad para integrarla de forma responsable, consciente y con los pies en la tierra. Porque, como toda tecnología poderosa, no se trata solo de lo que puede hacer, sino de lo que estamos dispuestos a permitirle hacer por nosotros.
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