LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Gerardo A. Pérez Obando (Gapo), escritor).- El rey que quiso la paz y heredó la guerra. En la bruma de Britania, donde los bosques hablaban en lengua celta y los dioses aún caminaban entre los hombres, reinaba Prasutago, soberano de los icenos. No fue conquistador ni mártir, sino diplomático de tiempos inciertos. Cuando Roma extendió su sombra sobre las islas, eligió el camino de la alianza. Se rindió a Claudio, no por debilidad, sino por la visión de preservar su pueblo, su linaje, su tierra.
En el año 43 d.C., bajo el mandato del emperador Claudio,
Roma lanzó una invasión formal a Britania, actual Reino Unido. Fue una
operación militar bien organizada con varias legiones desembarcando en la costa
sureste, probablemente cerca de lo que hoy es Kent.
Sus propósitos estaban mezclados, consolidar el prestigio
imperial de Claudio, controlar rutas comerciales y recursos metalúrgicos como plomo,
estaño, oro, y de paso, someter a las tribus celtas que habían resistido la
influencia romana como triunfo de supremacía militar.
En el proceso de romanización, las tribus celtas fueron
progresivamente asimiladas, se fundaron ciudades romanas como Londinium, (Londres),
Verulamium, (Saint Albans) y Eboracum, (York), se introdujo el latín, el
derecho romano, y una infraestructura avanzada en caminos, acueductos, baños
públicos.
Inevitablemente, hubo alianzas y resistencia. Algunos
líderes celtas como Togidubno, colaboraron con Roma recibiendo la ciudadanía
romana, otros, como Carataco, y más tarde Boudica, lideraron rebeliones contra
el dominio romano.
Prasutago fue el rey de los icenos, una tribu celta
ubicada en el este de Britania. Tras una revuelta anterior, en el 47 d.C., Roma
permitió que Prasutago gobernara como rey cliente, o aliado subordinado al imperio.
Durante su vida mantuvo buena relación diplomática pagando tributos y evitando
conflictos abiertos.
Prasutago vivió una vida larga y
próspera, según Tácito. Gobernó con prudencia, compartiendo el trono con su
esposa Boudica, sacerdotisa y madre de dos hijas. No dejó discursos ni
epopeyas. Su legado fue el incendio que vino después, porque en el silencio de
su tumba se gestó la rebelión más feroz que Roma enfrentó en Britania. Murió alrededor del 60 d.C.
En su testamento dejó su reino a partes iguales entre el
emperador Nerón y sus hijas buscando proteger a su familia, manteniendo la
alianza con Roma, pero Roma no respetó el testamento. El procurador imperial
Cato Deciano reclamó todo el reino para el imperio.
Las tropas romanas saquearon las tierras icenas,
despojaron a los nobles, esclavizaron a sus familias y cometieron atrocidades
contra su esposa Boudica e hijas, las violaron y humillaron públicamente
intentando destruir su linaje, profanando el pacto que Prasutago había sellado con su vida.
Boudica tomó la espada que
Prasutago no blandió, y con ella escribió en sangre lo que su esposo quiso
evitar. BOUDICA:
Las mujeres que desafiaron a Roma
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