A
mi criterio, estas no deberían existir en sectores residenciales marginales,
donde la vulnerabilidad social es mayor. Su ubicación debería estar limitada a
zonas industriales o comerciales, no en medio de nuestras comunidades. ¿Por
qué? Porque estas chatarreras se han convertido en receptoras de piezas robadas
que sostienen una cadena de destrucción y tragedias.
Los
habitantes en condición de calle, desesperados por unas monedas para consumir
drogas, roban tapas de alcantarillas y las venden. Si nadie se las comprara, no
habría robo. Y el daño es enorme: no sólo hablamos de tapas de alcantarillas,
también de señalización vial, cableado eléctrico y hasta piezas de
infraestructura pública. Todo lo que desaparece día a día, a plena vista,
mientras las instituciones parecen quedarse sin reacción.
En
mi comunidad hemos pedido soluciones tanto a la Municipalidad como al
Ministerio de Salud. Hemos insistido en que se cierren estos establecimientos,
porque el daño que generan es mayor que el beneficio. Sin embargo, las
respuestas siempre son lentas o nulas. Para que se repusieran 12 tapas de
alcantarilla que se robaron en mi sector, tuvimos que esperar más de un año. Y
aún hoy hay calles con alcantarillas abiertas, convertidas en trampas mortales.
Algunas
veces se ha propuesto que las tapas sean elaboradas con materiales reciclables
que no tengan valor comercial en la reventa, pero esa idea no ha pasado del
papel. En la práctica seguimos viendo la misma desidia institucional y las
mismas calles inseguras.
La
tragedia de Leandro debería ser ese sacudón que nos obligue a replantear cómo
estamos permitiendo que se normalice la inseguridad en nuestras comunidades. No
basta con reponer lo robado cuando ya hubo dolor, frustración y hasta muerte.
Hoy
la responsabilidad está clara: la Municipalidad y el Ministerio de Salud no
pueden seguir pateando la bola. Se requieren decisiones firmes: clausurar
chatarreras que alimentan el robo, acelerar la reposición de tapas y buscar
materiales alternativos. De lo contrario, seguirán las tragedias y seguiremos
contando muertos. Y entonces no será por falta de advertencias, sino por falta
de acción.
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