LA VOZ DE GOICOECHEA (Por Sadniv Solrac).- En septiembre de 2025, el papa León XIV protagonizó gestos inéditos de apertura hacia la comunidad LGBT, reavivando debates sobre el rumbo pastoral y doctrinal de la Iglesia católica.
En vísperas del Año Santo, miles de fieles LGBT, acompañados de agentes pastorales, cruzarán la Puerta Santa de San Pedro en un “Jubileo Arco Iris”, con misas y actividades oficiales que simbolizan una bienvenida sin precedentes del Vaticano.
El pontífice se reunió públicamente con el sacerdote jesuita James Martin, reconocido defensor de los derechos LGTBI+ dentro del catolicismo. Durante el encuentro, León XIV reafirmó la intención de continuar el legado inclusivo del papa Francisco, animando a Martin a seguir acompañando pastoralmente a las personas LGBT y asegurando que “la Iglesia está llamada a acoger a todos, incluidas las personas LGBT”.
El llamado “Jubileo Arco Iris” incluye eventos organizados por grupos cristianos LGBT, como La Tenda di Gionata, que anteriormente fueron descartados y marginados del calendario vaticano. Ahora, el Vaticano los ha integrado como parte oficial del programa jubilar, permitiendo incluso una misa especial presidida por un obispo vicepresidente de la Conferencia Episcopal Italiana.
Obispos y pastores involucrados han destacado el giro “irreversible” hacia la inclusión. Han recordado que “el Evangelio no es un manifiesto para unos pocos elegidos, sino una carta de amor para toda la familia humana”, subrayando la nueva sensibilidad social y pastoral ante las heridas de exclusión vividas por católicos LGBT.
Sin embargo, esta apertura ha provocado profundas tensiones internas. Voces conservadoras alertan que estos gestos son “concesiones peligrosas” que podrían diluir la enseñanza tradicional, y denuncian que la Iglesia está cediendo ante presión mediática y cultural a costa de su fidelidad doctrinal.
Analistas señalan que, aunque la iglesia católica busca acoger y bendecir a las personas sin excepción y combatir la exclusión, la doctrina oficial sigue condenando la práctica de la homosexualidad como pecado grave, generando una “tensión no resuelta” entre acogida y verdad bíblica.
En ese contexto, la polémica llegó a su máximo cuando, durante el peregrinaje LGBT, un grupo instaló una cruz con los colores del arcoíris en la Plaza de San Pedro, generando protestas de sectores conservadores que lo consideraron una ofensa a la fe y a la moral tradicional católica.
Sectores protestantes y evangélicos han criticado la apertura católica, recordando que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento condenan explícitamente la conducta homosexual. Para ellos, el amor pastoral y la firmeza en la verdad bíblica deben ir juntas y no pueden separarse sin perder el mensaje central del cristianismo.
El Vaticano, mientras tanto, afirma que su misión es tender puentes pastorales y ser hospital de almas; pero la contradicción entre celebración y pecado ha quedado al descubierto, y muchos se preguntan si la Iglesia católica terminará ajustando su doctrina o intensificando la paradoja institucional.
Los comentarios expresados en las secciones de opinión, derechos de respuesta, reclamos del pueblo, campos pagados, negociemos, y en la opinión de los lectores y comentarios de terceros al final de las notas o en las páginas de redes sociales, son responsabilidad exclusiva de sus autores. La Voz de Goicoechea (www.lavozdegoicoechea.info) es un medio de comunicación independiente, y no toma como suyas dichas opiniones por lo que no se responsabiliza por el contenido emitido por terceros. Todas las imágenes que muestra este medio, se utilizan solo con fines ilustrativos, por tanto se respetan todos los derechos de autor según corresponda en cada caso, siendo nuestra principal labor de la informar a nuestros lectores.
El llamado “Jubileo Arco Iris” incluye eventos organizados por grupos cristianos LGBT, como La Tenda di Gionata, que anteriormente fueron descartados y marginados del calendario vaticano. Ahora, el Vaticano los ha integrado como parte oficial del programa jubilar, permitiendo incluso una misa especial presidida por un obispo vicepresidente de la Conferencia Episcopal Italiana.
Obispos y pastores involucrados han destacado el giro “irreversible” hacia la inclusión. Han recordado que “el Evangelio no es un manifiesto para unos pocos elegidos, sino una carta de amor para toda la familia humana”, subrayando la nueva sensibilidad social y pastoral ante las heridas de exclusión vividas por católicos LGBT.
Sin embargo, esta apertura ha provocado profundas tensiones internas. Voces conservadoras alertan que estos gestos son “concesiones peligrosas” que podrían diluir la enseñanza tradicional, y denuncian que la Iglesia está cediendo ante presión mediática y cultural a costa de su fidelidad doctrinal.
Analistas señalan que, aunque la iglesia católica busca acoger y bendecir a las personas sin excepción y combatir la exclusión, la doctrina oficial sigue condenando la práctica de la homosexualidad como pecado grave, generando una “tensión no resuelta” entre acogida y verdad bíblica.
En ese contexto, la polémica llegó a su máximo cuando, durante el peregrinaje LGBT, un grupo instaló una cruz con los colores del arcoíris en la Plaza de San Pedro, generando protestas de sectores conservadores que lo consideraron una ofensa a la fe y a la moral tradicional católica.
Sectores protestantes y evangélicos han criticado la apertura católica, recordando que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento condenan explícitamente la conducta homosexual. Para ellos, el amor pastoral y la firmeza en la verdad bíblica deben ir juntas y no pueden separarse sin perder el mensaje central del cristianismo.
El Vaticano, mientras tanto, afirma que su misión es tender puentes pastorales y ser hospital de almas; pero la contradicción entre celebración y pecado ha quedado al descubierto, y muchos se preguntan si la Iglesia católica terminará ajustando su doctrina o intensificando la paradoja institucional.
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